REFLEJOS ALUCINADOS
Primero mamá quiso matar a su hija. Después papá mató a mamá. Al final papá murió y culparon a su hijo, que terminó en un neuropsiquiátrico. Ya en sus veinte y luego de diez años de reclusión, es dado de alta para reencontrarse con su hermana mayor, la otra sobreviviente de la tragedia que los marcó de niños.
Kaylie y Tim tienen cuentas pendientes con el pasado porque la vida era buena hasta que a alguien se le ocurrió colgar un espejo en el estudio que papi usaba para trabajar desde casa. Y mientras Tim, con ayuda del psiquiatra de turno, llegaba a la conclusión de que todo fue producto de los laberintos de su mente, Kaylie se dedicó a investigar y encontró que, desde 1750, el espejo maligno ha ido pasando de mano en mano dejando, aquí y allá, regueros de sangre por variados países y continentes. Por eso, después de recuperarlo y volverlo a colgar, hará uso de la tecnología para demostrar que su teoría es ley y acabar de una buena vez con el objeto de su obsesión.
Si hay algo que “Oculus” comparte con ese gran cuento que es “El Horla” de Maupassant es la experiencia de lo siniestro, que se manifiesta al principio como un cambio en el aire, luego con las plantas que se marchitan, más tarde con los murmullos de los que no vemos.
Como ocurría en la primera temporada de “American Horror Story”, el drama acontece en el hogar, porque nada puede inspirar mayor terror que ver cómo papá y mamá, lo más cercano, se duplican para encarnar lo más extraño, la presencia insoportable de la muerte. Será por eso que las criaturas que devuelve el espejo, en lugar de esos espejos que son los ojos, nos “miran” desde una luz cegadora en la que es imposible no perderse.
Se percibe en Mike Flanagan a alguien que empieza a andar a paso firme. El joven director, cuyo film “Absentia”, de 2011, se estrenó recién en Argentina el año pasado, ha elegido para su segundo largometraje del género un tema oscuro y espinoso. A lo mejor es que lo siniestro implica una grieta en esa tela que es la realidad y eso afecta nuestra percepción. Con el correr de los minutos, la película va de la complejidad al desconcierto y el espectador comparte con los hermanitos cierto estado de alucinación.
Aun así haríamos bien en retener el apellido del director nacido en Salem. Su salto de calidad acaso esté a la vuelta de la esquina.