La primera película dirigida por Oliver Park, con guion de Hank Haffman, nos sitúa en Brooklyn, New York, cuando Art (Nick Blood) un hijo de familia judía-ortodoxa, pero alejado de su religión, regresa de Londres para ver a Saul (Allan Corduner), su padre, luego de un distanciamiento. Es que Art se ha casado con Claire (Emily Wiseman), una mujer no judía y ahora ambos esperan su primer hijo. Claire se siente reticente ya que anteriormente sintió que no era aceptada por no ser parte de la religión judía. Ya en la casa, llega a la funeraria, el negocio familiar que dirige su padre con la colaboración de Heimish (Paul Kaye), el cadáver de Yosille (Anton Trendafilov) quien murió de forma confusa trayendo dentro suyo un antiguo demonio femenino estéril que se alimenta de niños. Su nombre es Abyzou. El encargado de poner presentable a Yosille es Art y a partir de allí, cuando se pierde el amuleto protector que traía el difunto consigo, las cosas se salen de control. Además de la aparición de Abyzou, que genera todo tipo de ruidos y apariciones, Saul y Heimish descubren que Art no fue sólo a su antiguo hogar para visitar a su padre sino por un interés económico. Hay rezos en hebreo, las típicas voces ininteligibles y el espectro que rodea la casa representado a veces en una niña, otras en un CGI mediocre, que genera pocos sobresaltos, previsibles. Los personajes no tienen mucho desarrollo pero las actuaciones son buenas. Al film lo salva un poco algún que otro giro del guion