El codirector de La peli de Batato debuta en solitario con las desventuras afectivas y laborales de un joven escritor en busca de concebir la gran novela de su vida.
La ópera prima en solitario del guionista y director Santiago Van Dam tiene como perfecto antihéroe a Marcos (Ezequiel Tronconi), un exitoso escritor de cuentos infantiles que decide que ya es tiempo de ponerse a trabajar en esa gran novela que lo convierta en un autor respetado. Rompe con la editorial que le publica sus trabajos, con su novia y se convierte en un ser huraño y torturado (mantiene conflictivas relaciones con vecinos, amigos y mujeres) que vive en un departamento que se inunda a toda hora y rodeado por las plantas de marihuana que luego procesa (en brownies piscotrópicos, por ejemplo), vende y, claro, consume.
La película regala pasajes inspirados, graciosos y de los otros (como el encuentro de corte surrealista con una seductora bailarina de flamenco enmascarada interpretada por una Emilia Attias de patético acento español), pero -más allá de sus desniveles e irregularidades- tiene una fuerza y una audacia para romper con el realismo minimalista que se agradecen.
El codirector de La peli de Batato comienza en una línea que remite al existencialismo juvenil de Ezequiel Acuña, pero con el correr del relato los conflictos se van deformando cada vez más y apuesta a incomodar con un tono entre desatado y paranoico. Esa búsqueda de acumulación y provocación se percibe también en una duración cercana a las dos horas que en varias situaciones no se justifica. De todas maneras, siempre es preferible el exceso con talento (y Van Dam lo tiene) que el recato conservador.