“Para escribir una buena novela hay que vivir intensas experiencias”, le dice Walter, un amigo (Julian Kartún), al protagonista del filme, Marcos (Ezequiel Tronconi), quien venía viviendo aparentemente muy bien como escritor de literatura infantil y un día decidió que quería escribir para adultos, novelas en las que hubiera muertes y cosas así. No le fue muy bien con eso y cuatro años después ha perdido a su pareja, se lo ve notoriamente desmejorado, su novela no ha avanzado nada y sobrevive como dealer de poderosos y populares brownies psicotrópicos.
Es ahí, en medio de su crisis (su casa se inunda, tiene un vecino hippie irritante y mujeriego, no logra salir de su bloqueo) que acepta, o es llevado por una vieja maldición china (la que da título al filme), a atravesar experiencias peligrosas, que pueden ser o no las recomendadas por su amigo. ¿Le permitirán escribir una novela fascinante? Posiblemente. Pero también lo pondrán en situaciones en las que su vida correrá peligro.
La película de Van Dam –nacido en Honduras, radicado hace mucho en la Argentina, codirector de LA PELI DE BATATO— trata de crear un relato de suspenso a partir de esta premisa. La sangre tendrá que aparecer y el vecino insoportable es toda una tentación. Las salidas extrañas y el sexo fuera de lo común también y para eso se topará con una misteriosa y sexy mujer enmascarada (Emilia Attias, con un dudoso acento español) que lo llevará a vivir experiencias inesperadas dentro de ese terreno. Estará el portero que trata de husmear en su departamento todo el tiempo y su bonita hija. Y otras desventuras que irán apareciendo con el correr de los minutos y que le darán al filme un claro aire de paranoico encierro “polanskiano”.
El filme de Van Dam posee ideas originales en cuánto a puesta en escena –casi todo transcurre en interiores y departamentos– y tiene, en la creciente desesperación de Tronconi, a un sólido sostén del relato. El problema es que, con 110 minutos de duración, la película excede por bastante su arco narrativo lógico y se vuelve excesivamente larga y episódica, dando la sensación de que ni el personaje ni el director saben muy bien cuándo y cómo cerrar sus historias. Más allá de esos excesos, se trata de una “opera prima solista” atendible, de las pocas apuestas locales por el suspenso psicológico y salen más o menos bien paradas.