Entre humo de marihuana
Comedia negra sobre un treintañero que quiere ser escritor y, mientras, sobrevive vendiendo droga.
Hipótesis: Santiago van Dam creció viendo esas películas del Nuevo Cine Argentino donde apáticos jóvenes palermitanos agobiados por sus conflictos existenciales viajaban a playas bonaerenses fuera de temporada y, harto del tedio, decidió vengarse con su opera prima. Porque en Ojalá vivas tiempos interesantes parte de una premisa parecida -un treintañero porteño sin rumbo- y la hace estallar en mil pedazos con dinamita de comedia fumona.
Es más: el propio Marcos (Ezequiel Tronconi) podría ser una burla a uno de esos directores que intentaban filmar algo trascendente basado en la nada de la vida cotidiana. Porque es un escritor de libros infantiles que decide que está para más y renuncia a su trabajo en pos de abocarse a su gran novela para adultos. El resultado es que se queda pedaleando en el aire y, más que nunca, depende de la venta de sus pimpollos alucinógenos para sobrevivir, mientras trata de tener experiencias vitales que le sirvan para su literatura.
La primera hora es un viaje delirante. Las microaventuras de Marcos son impredictibles, ridículas, coprotagonizadas por grandes personajes: su vecino hippie (Julián Calviño), su amigo cajero de supermercado chino (Julián Kartún), el insólito jefe de un amigo (Daniel Tunnard). A esta frescura se le agregan unas logradas animaciones que apuntalan ese logrado tono, tal vez deudor de la época Lebowski de los hermanos Coen.
Por eso, es una lástima que el guión vire hacia el thriller. La pátina surrealista se mantiene, pero la liviandad queda por el camino y empieza otra película, menos divertida. Como si de repente se hubiera evaporado el desparpajo y la oscuridad se hubiera apoderado de todo. O, para decirlo en términos más apropiados, como si el porro se hubiera terminado y hubiera llegado el temido bajón.