Marcos solía escribir una serie de exitosos libros infantiles. Pero dejó eso atrás ante la tentación de escribir una novela más seria y artística. Hoy, cuatro años después, se verá envuelto en una serie de inconvenientes, delirios y crímenes que lo llevarán cada vez más cerca de sus objetivos. “Ojalá vivas tiempos interesantes” es la ópera prima del director Santiago Van Dam, un relato sobre un intento de artista que de a poco estará dispuesto a todo por alcanzar sus objetivos autoimpuestos.
Luego de amagar con un comienzo a los tumbos que auguraba un esfuerzo nacional común y corriente, la historia toma impulso, las variadas y entretenidas secuencias van ganando confianza y los personajes, tan interesantes como bien interpretados, logran un rodaje que imbuye a la película de una intriga sostenida. Algo de animación y mucha cámara en mano son dos de los puntos más destacables superficialmente, con un tono de drama bastante ligero y un humor que repta constantemente por la cinta. Quizás el punto más flojo sería en el montaje, sufriendo un poco la falta de transiciones: los saltos entre escena y escena terminan sintiéndose forzados, incluso aún cuando se pasa de una secuencia a otra.
El buen uso de la música y la clara visión que dicta el ritmo de la historia terminan redondeando un buen esfuerzo desde la parte técnica y el detrás de cámara. Además alcanzan a destacar algunas labores actorales, particularmente las de Julian Kartun, Giselle Motta y Julián Calviño. Los tres interpretando de gran manera personajes muy bien definidos y que logran no solo capturar estereotipos sino también condimentar a la perfección el mundo que rodea a nuestro protagonista. Protagonista que lleva bien la historia, a pesar de impactar al film algo negativamente con la excesiva e improductiva narración, que aunque apropiadamente snob, termina sacando de quicio.
Con un espíritu jóven, y una voluntad de jugar con los elementos del film para entregar una entretenida historia, “Ojalá vivas tiempos interesantes” termina siendo una recomendable propuesta para todo aquel que esté dispuesto a zambullirse en los delirios artísticos de un sátrapa determinado a todo por escribir la próxima gran novela argentina. Dispuesto a todo excepto a realmente sentarse a escribirla, por supuesto. ¿Y hay acaso algo más tentador para la juventud ambiciosa que la procrastinación?