Ferdinand, un toro genuino
Risueño, entretenido, y con la correspondiente cuota de emoción y moraleja, este dibujo de Carlos Saldanha ("Rio") supera sin mayor problema su triple desafío: expandir un cortometraje hasta hacerlo largo, lucir a la altura del cuento y el corto originales, y enriquecer el mensaje: el toro Ferdinando que ahora vemos no sólo es bonachón como el de antes, sino que también brinda ejemplo de valentía, solidaridad y compañerismo.
Eso lo hace respetable ante los demás toros que, durante su infancia, lo habían despreciado. Al respecto, acá hay más animales, entre ellos un West Highland que el doblaje vuelve mexicano, tres caballos que se creen salidos de la Escuela de Viena, una cabra hiperquinética y unos erizos de colores ideales para el merchandising de la película. Y hay más personas, sobre todo una niña que protege al novillo, un poco como en "El niño y el toro", lo cual agrega encanto a la historia (amén del debido cupo femenino). Y hay varias aventuras.
Afortunadamente, la expansión del relato no significa hinchazón. Todo está bien armado, tiene un motivo, y, a veces, además de situaciones graciosas, también vemos belleza. Por ejemplo, el resumen idílico de la vida con la niña, el paso del camino rural y los viejos molinos a los molinos modernos y la autopista, y el lindo paisaje con el puente de Ronda allá a lo lejos, que ya figuraba en la primera edición del cuento de Munro Leaf, y en el corto de Walt Disney, porque ese puente es imperdible. Ni que hablar del momento culminante en la plaza de toros, aunque ignore las reglas de la tauromaquia. Solo cabe lamentar una cosa: en esta historia ambientada en España, apenas oímos unos mínimos compases de "Macarena" y "España Cañí". El corto estaba lleno de aires de pasodobles y habaneras.