A más de 30 años de la muerte del genial Alberto Olmedo, uno de los más grandes cómicos de la escena, el cine y por sobre todo, la televisión nacional, su hijo Mariano Olmedo en su doble tarea de guionista y director rinde un tributo a la persona y al personaje, en el documental “OLMEDO: EL REY DE LA RISA”.
La propuesta que elabora Mariano Olmedo parte de fragmentos de una película a la memoria de su padre que no pudo ser y una periodista (interpretada por Marcela Baños) que investiga ese filme trunco y que le solita una entrevista, a través de la cual se podrán ir hilvanando anécdotas de su historia.
Todo suena demasiado forzado y poco creíble en esta excusa que propone el guion para comenzar a construir la historia, como desconociendo que la figura del propio Alberto Olmedo no necesita absolutamente ningún motivo puntual para rendirle homenaje y repasar su vasta trayectoria.
Lamentablemente, a poco de iniciar el documental, nos damos cuenta que la propuesta no se estructura en base a una idea fuerza bien clara y que intenta, por prueba y error, ir avanzando en la historia pero la falta de un concepto claro atenta contra su atractivo.
La figura del rosarino, adorado por su público y reconocido por sus entrañables personajes es de por sí magnética y cada vez que se muestran fragmentos de sus programas, de sus películas, de sus participaciones, es imposible resistirse a la tentación de querer ver más y más y de repasar todos y cada uno de sus personajes.
Desde sus orígenes, pasando por su gran éxito arrollador de “Piluso y Coquito” hasta sus trabajos televisivos y cinematográficos con Hugo Sofovich que quedaron como los últimos de su carrera: cada parte de ese collage de personajes es sumamente atractivo y, aún con el paso del tiempo, se puede palpar el talento y el profesionalismo que desplegaba Alberto Olmedo, en todas sus facetas.
Mariano Olmedo elige como forma de llevar el relato adelante, la de entremezclar esa “falsa entrevista” con los fragmentos de la carrera de su padre y otros de ficción que representan a su infancia, sus orígenes humildes y sus trabajos como acróbata y comediante en Rosario hasta la llegada a la gran ciudad para intentar probar suerte y emprender su carrera como artista.
El resultado es notablemente desparejo dado que los fragmentos de ficción –relatos dramatizados- no aportan demasiado al contenido general de la historia ni tienen una potencia desde la puesta en escena o de las actuaciones que justifique su inclusión (uno de los segmentos menos logrados es una entrevista con el zar de la televisión, Alejandro Romay en pleno apogeo de su imperio televisivo).
Queda plasmado en mayor medida, como un trabajo que se estructura a partir del material con el que se cuenta, que –por el contrario- de una propuesta generada a partir de un concepto con el que quiere trabajar el director para abordar a este enorme personaje. “OLMEDO: EL REY DE LA RISA” no logra presentar un ángulo diferente a todos los documentales, programas televisivos, homenajes, programas periodísticos en torno a su fatal desenlace o todo lo ya escrito y dicho sobre la carrera y la figura del Negro Olmedo.
Como puntos a favor, cuenta con entrevistas a personalidades como la de Moria Casán, Daddy Brieva, Palito Ortega, Diego Capusotto o Guillermo Francella, que a través de diversas anécdotas –de mayor o menor importancia- , hacen que la figura se pueda abordar no solamente desde lo profesional sino también desde lo humano y que, en esa diversidad de miradas, la silueta de Olmedo, crezca.
Sus trabajos con Moria y Susana, su particular vínculo con Jorge Porcel con una separación abrupta e inesperada, sus amigos y compañeros de toda la vida, sus trabajos con Portales y César Bertrand, sus don de la improvisación, su pasión por su profesión, van tejiendo esta red de recuerdos que lo reafirman como la gran figura que todos conocemos.
Tal como sucede en el documental “Piazzolla: los años del tiburón” donde la figura de Astor Piazzolla era edificada a partir de la mirada de su hijo, justamente aquí en “OLMEDO: EL REY DE LA RISA” los testimonios más ricos y plurales son los que brindan sus hijos que presentan diversas miradas y apuntes, anécdotas y recuerdos, los sentimientos que siguen presentes en cada uno de ellos en torno a la figura del gran “Negro” que era a la vez el ídolo popular pero al mismo tiempo, su padre.
Y a través de ellos poder asomarnos un poco más a las contradicciones de una imagen tan fuerte como la de Olmedo, en lo personal, en lo profesional y por sobre todo, en su concepción de la familia y los momentos compartidos con sus hijos.