Olmedo: el rey de la risa

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

APENAS UN COMEDIANTE

Las buenas intenciones se aprecian, pero no hacen necesariamente a la construcción de una buena película. De hecho, la mayoría de las veces, pasa todo lo contrario. Uno entiende que Mariano Olmedo, director del documental Olmedo, el rey de la risa, pretende hacer una suerte de homenaje a su padre, uno de los máximos referentes de la comedia popular en Argentina, que abarcó tanto teatro, como cine y televisión (sobre todo televisión donde aportó algunas ideas interesantes acerca de cómo desestructurar el formato). Lo entiende y lo acepta, incluso si en la apuesta fusiona diversas texturas demostrando un interesante nivel de ambición. El problema con la película es cuando los resultados están lejos de las pretensiones, cuando el relato se adivina como una serie de retazos que no terminan por conformar una estructura sólida. Y cuando la forma falla, lo que termina pasando es que la mirada se desvía hacia el tratamiento que se hace del personaje. Y Olmedo, el rey de la risa resulta demasiado blando y lavado, temeroso de meterse en las zonas grises de un personaje con sus luces y sombras.

La película de Olmedo se construye a partir de una entrevista que el propio director le da a una periodista. El objetivo es hablar de su padre y será la oportunidad para que el relato haga el primer quiebre, en forma de docu-ficción de la infancia y adolescencia del comediante en su Rosario natal. El otro quiebre vendrá luego, cuando la docu-ficción dé paso al documental más convencional, con testimonios a cámara y un repaso puntuado por los grandes hitos del personaje. Si aquella entrevista luce demasiado guionada y pobremente actuada, la dramatización de la vida de Olmedo no pasa de la mera ilustración con una ambientación aceptable. Ya en el terreno de los testimonios y los archivos, la película encuentra sus mejores momentos cuando las imágenes del pasado repasan varias de las virtudes del Olmedo: su impronta, su capacidad para improvisar, su apelación a un humor autoconsciente que rompía con el verosímil de la televisión, destapando aquello que pasaba en el detrás de escena.

Si el comediante está relacionado -especialmente por lo hecho en el cine- con un humor excesivamente conservador, el documental permite ver que había en sus formas algo mucho más interesante. Por ejemplo en un viejo sketch donde Olmedo se hacía entrevistar y confesaba que el teatro de revistas le parecía un horror. Y es curioso que en una película donde prestan testimonio tipos que han trabajado la comedia, como Guillermo Francella o Diego Capusotto, lo más interesante lo digan las imágenes de archivo. Lamentablemente Mariano Olmedo se queda con la celebración y el bronce. Y si bien nadie pide que se meta con lo más sórdido de la vida del personaje (después de todo es su padre y hace el recorte que cree conveniente), hay detalles sobre el humor de Olmedo y cómo puede ser visto desde el presente que se escapan al documental. Incluso, quién es Olmedo para las nuevas generaciones, si lo suyo sigue vigente o no. Obviamente, las películas son lo que hay y no lo que uno cree que deberían estar. Si lo analizamos por lo que hay, Olmedo, el rey de la risa es un film bastante deficiente que no pasa de la superficie.