Sobredosis de sexo, religión y muerte
En su nueva película, el realizador de Hoteles vuelve a asumir un riesgo no menor, ahora con una película con mucha sangre, sexo, perversión, religión, esoterismo y rituales. Aldo Paparella consigue buenos climas (hay algo de fantástico y gótico en la propuesta) apoyado en un gran trabajo de fotografía y en una notable dirección de arte.
Pero el resultado final no es del todo convincente porque la película luce bastante desarticulada, redundante, derivativa, sin generar tensión, suspenso o una fascinación que vaya más allá de la acumulación de elementos visuales (desde pinturas hasta tatuajes), situaciones perturbadoras, capas narrativas y referencias cinéfilas.
Tampoco luce como demasiado acertada la elección del chileno Gonzalo Valenzuela en el papel de un atractivo y manipulador predicador y líder de una secta espiritista devenido depredador sexual y asesino serial. Mejor fue la decisión de escoger a Antonella Costa como una stripper/prostituta que se convierte en la amante y compañera de aventuras del protagonista.
La película está plagada de escenas sexuales (una rareza en el cine argentino), pero entre una veta policial que nunca funciona y unos cuantos diálogos que suenan hirientes, Olvídame dilapida buena parte de sus hallazgos estéticos para que, en definitiva, su título se convierta casi en una intimación al espectador.