Sangre, sexo y rituales satánicos
El director Aldo Paparella (Hoteles) nos trae con Olvidame (2013) un thriller erótico de género fantástico. Mezcla ambiciosa de por sí, con un notable trabajo estético y climas sórdidos bien logrados. Sin embargo fallida al condensar varias temáticas “trash” en una narración divagante.
Un narrador anuncia el relato, dando indicios de que, aquello que veremos a continuación, tiene forma de tragedia preestablecida. Ámbar Atlas (Antonella Costa) es una prostituta con una fuerte pulsión mortal. Sus encuentros sexuales la acercan a su inevitable destino: la muerte. Por ende entra en prácticas sexuales de dominación, donde la violencia ejerce un placer inusual. Víctor Terx (Gonzalo Valenzuela) es un predicador que hace sesiones espiritistas y carga con un pasado oscuro. Ambos cruzarán caminos entre el sexo, el placer y el asesinato. En el medio, hay un policía que investiga crímenes sexuales y sigue de cerca la pista de cuerpos femeninos maniatados de pies a cabeza.
De más está decir que desde los patrones del cine fantástico Olvidame es muy atractiva. Sus imágenes impregnan para introducir al espectador en ambientes asfixiantes, oscuros y lúgubres con la misma fascinación que el género recrea universos personales. Pero justo allí donde la película intenta parecerse al más críptico David Lynch o al más entrañable -de entrañas- David Cronenberg, es donde la narración no funciona. Pretender giros surrealistas o simplemente sensoriales para recrear un aire “pesadillezco” no suficiente ante deficiencias narrativas.
Aldo Paparella da un paso más hacia los extremos: la violencia, los rituales espiritistas, el sexo, adquieren un escenario turbio pero inverosímil por lapsos. Es en la intención misma de explorar los márgenes que tales límites cruzan lo creíble. Y no hay surrealismo que justifique tales concesiones.
La constante ambigüedad derriba los logros estéticos. Personajes que sufren y gozan al mismo tiempo ante las mismas circunstancias, mujeres que deambulan destilando sensualidad en espacios oscuros para luego prestarse a rituales satánicos o personajes masculinos faltos de fuerza pasional que los obliguen a torcer el destino a su merced, hacen que la película carezca de la fuerza narrativa necesaria para sostener los excesos representados. Y cuando de cine de género se trata, el desarrollo dramático se vuelve esencial.
La parafernalia de elementos exóticos, terroríficos, decadentes, tiñen al film de una imagen única. Lástima que no alcancen para redondear un relato consistente.