Thriller confuso
Un predicador de una secta espiritista es también un consumado psicópata sexual que estrangula a sus víctimas en la intimidad. En paralelo, una bella stripper utiliza el sexo como vía a la autodestrucción. Cuando sus caminos se crucen, Víctor se obsesionará con lo indómito de Ámbar Atlas, y su vínculo será tan pulsional como peligroso. Ella enfrenta la amenaza del Dr. Atlas, en tanto él es seguido por un investigador para quien es su gran presa.
Así puede describirse un thriller que responde a los cánones del género, pero algo distingue a Olvídame de los cientos de relatos escritos bajo estas pautas, y es su vinculación con cierta atmósfera sobrenatural que le otorga un raro deslumbramiento. La protagonista tiene una visión recurrente que la acerca -sobre todo al promediar el film- a rituales esotéricos y chamánicos. Pero la cantidad de tramas y recodos de la narración termina por resentir ese éxito inicial, obtenido también gracias a una cuidada fotografía y una excelente dirección de arte. Como en su película anterior, Hoteles , Aldo Paparella (quien interviene como un observador en la historia), bucea en el erotismo larvado y en los rituales de perversiones sexuales, pero la plasticidad libre de aquélla se encuentra aquí enmarcada en la necesaria comprensión de una historia que se torna larga y confusa. Con acierto, los protagonistas, Gonzalo Valenzuela (en el rol del asesino) y Antonella Costa, como una magnética prostituta, llevan los hilos de esta historia.