El lado humano de los guerreros
“¡No puedo ir ahora porque estoy en la puta Cisjordania!”, vocifera el oficial israelí al teléfono. Ha tenido que interrumpir el interrogatorio a un detenido palestino para atender a su mujer que lo llama desde otra ciudad por un reclamo doméstico.
La película de Hany Abu-Assad, “Omar”, cuenta la historia de tres amigos palestinos en ese lugar del mundo, precisamente, “la puta Cisjordania”.
Una buena definición que sintetiza las condiciones de vida en un sitio partido en dos, o quizás en tres, o tal vez más fragmentos. “Omar” no es un film político, aunque la política es uno de sus temas, ni es un film de guerra, aunque la violencia es protagonista. Es un film que trasciende la anécdota y las circunstancias, aunque tienen un peso inobjetable en la trama. “Omar” habla de los sentimientos, del sentido de pertenencia, del valor de la lealtad, del honor, de la confianza y de lo difícil que se hace a veces para los seres humanos conocer la verdad de las cosas.
El muro de aislamiento, que divide ciudades, pueblos, campos de refugiados, familias, amigos, es un dato concreto de la realidad que corporiza en fríos bloques de cemento la ocupación israelí en territorios palestinos. Pero si bien pretende marcar una frontera, la realidad indica que la ocupación se padece de los dos lados y no se perciben diferencias entre uno y otro.
El caso es que el joven Omar trabaja de panadero en uno de los lados, pero sus afectos están en el otro. Ellos son sus amigos de la infancia, Tarek y Ajmad. Los tres militan en la resistencia clandestina y se entrenan en secreto para ser buenos combatientes. Pero también está Nadia, hermana de Tarek, de quien Omar está enamorado.
Para visitarlos, el muchacho arriesga su vida trepando el alto muro y esquivando las balas de la guardia fronteriza del Ejército Israelí. A veces es detenido e interrogado, con humillaciones incluidas, por alguna patrulla, pero nada parece amedrentarlo.
Como es de suponer, todos los jóvenes palestinos sueñan con liberarse de la ocupación y poder realizar una vida normal y también quisieran un futuro de paz, tener una familia, una carrera. Ellos hacen planes como cualquier joven en cualquier lugar del mundo, sólo que la realidad en la que viven es particularmente opresiva y condicionante.
En un momento Omar, Tarek y Ajmad deciden tener su bautismo de fuego y atacan a unos soldados del otro bando desde la oscuridad de la noche, matando a uno de ellos. Si bien se encargan de borrar las huellas, la policía militar fronteriza caerá pronto sobre ellos, arrestando a Omar, a quien somete a torturas para que entregue al que disparó. El joven pasa un tiempo en prisión, soporta un trato cruel y luego es liberado, pero con la condición de que encuentre al asesino del soldado y lo entregue. El oficial que ha tomado el caso está al tanto del afecto que el chico siente por Nadia y utiliza esa información para atormentarlo más con amenazas, dudas y sospechas, lo que va minando su moral.
A partir de ese momento, el relato adquiere las características de un thriller en el que todos empiezan a sospechar de todos, hay tensión, persecuciones, emboscadas. Omar vuelve a ser detenido, nuevamente es liberado con más compromisos, empieza a actuar de doble agente, pero en su fuero íntimo no quiere traicionar a sus amigos, aunque su vida pende de un hilo.
Así, se va complicando la vida de todos y ya nada vuelve a ser lo mismo entre ellos, atrapados en una vorágine de acontecimientos violentos, en donde corren rumores de todo tipo, las amistades se quiebran sometidas a un flujo de información y contrainformación muy desgastante.
El relato se torna laberíntico, como son las calles y los pasadizos palestinos en ese agitado lugar del mundo, y las cosas tendrán un desenlace sorpresivo, aunque no descabellado en ese contexto signado por la violencia sin ley.
Hany Abu-Assad se propone explorar la experiencia humana, “el lado humano de personajes violentos”, sin tomar partido ni condenar, eso “se lo dejo a los tribunales del mundo”, dice. Y se ubica en el lugar del artista, un trabajo que evidentemente conoce y desarrolla con un gran talento.
“Omar” es una película muy recomendable (estará en cartel solamente hasta el miércoles), hecha con actores no profesionales con la sola excepción del norteamericano y también productor Waleed F. Zuaiter, que interpreta al agente israelí.