Cinco amigos de verdad
El odio generalizado de ciertos sectores hacia una banda como One Direction no es, por supuesto, nada nuevo. Las boy bands y el pop manufacturado en general fueron siempre detestados en masa y sin hacer demasiadas distinciones desde posturas intelectualoides por gente que ni siquiera se toma la molestia de escucharlos. Ultimamente, un pequeño grupo de estos “bashers” empezaron a aceptar un poco el estado de las cosas -en las listas de mejores discos de 2012 del sitio trendsetter-hipsteril por excelencia pitchfork.com, tanto Believe, de Justin Bieber, como Red, de Taylor Swift, obtuvieron varios votos-, pero esa idea ridícula de que una banda o artista que no escriba sus propias canciones y haya salido de algún concurso de talentos es sí o sí, sin ninguna duda, algo malo, sigue estando presente.
En el caso de One Direction, se suma el hecho de ser acusados de plagio cada cinco minutos, lo cual hace notar que los denunciantes no entendieron absolutamente nada de las intenciones de la banda de recurrir a la referencia de clásicos del rock para acercarlos a un público que posiblemente no habría conocido nunca esas canciones y esas bandas. El caso más reciente de estas acusaciones de plagio se dio gracias al comienzo de Best song ever, single lanzado para promocionar One Direction – Así somos, que está construido alrededor de un riff que remite inmediatamente al de Baba O’Riley, de The Who. Antes, más específicamente en Take me home, su último disco de estudio, los muchachos de 1D habían grabado Live while we´re young, que contenía una mínima variación del riff de Should I stay or should I go, de The Clash, y Rock me, que remitía de forma evidente y claramente buscada a We will rock you, de Queen, y a Say it ain’t so, de Weezer. En serio, hagan la prueba; escuchen esas canciones y verán que no hay manera de que esas no sean meras referencias (y con esto no estoy diciendo que robar en la música sea malo; ver: Led Zeppelin, Miguel Mateos). Encima, unos meses antes de Best song ever, lanzaron un cover de One way or another, de Blondie, que contenía un fragmento de Teenage kicks, de los Undertones. En fin; el hecho es que si One Direction hace que a una niña de once años le den ganas de escuchar esas bandas, entonces One Direction es una banda más que necesaria.
Pero además son buenos los pibes: las canciones funcionan, tienen grandes melodías, ellos cantan muy bien (y cantan en vivo), y sus shows, algunos de ellos registrados por Morgan Spurlock para esta película, parecen ser una fiesta. Y ahora, encima, tienen una gran película en su historial. One Direction – Así somos contiene todo lo que podíamos esperar de un documental sobre una banda manufacturada y esponsoreada hasta el infinito: hay entrevistas a cámara; hay, como mencioné antes, registros en vivo; hay fans corriendo y gritando; ellos aparecen lookeadísimos de principio a fin y no hay momentos de “tensión” ni nada que se le parezca. Es muy probable que este documental esté bastante lejos de la realidad de una banda como One Direction, pero esto no es Metallica: some kind of monster ni podría serlo jamás. Aún así, es un documental excelente y, la sorpresa más grande de todas, una gran comedia. Lo primero se debe a que Spurlock le imprime a la película muchísimas más ideas y oficio que los de cualquier otro film de similares características. La película es estéticamente bella y por momentos se amalgama perfectamente con las visuales de los shows que vemos de la banda. En uno de los registros en vivo, la pantalla se llena de gráficos 8 bits (fantasmitas pacmanianos y etcéteras) que salen de la pantalla donde se ven las visuales en el show (y también salen de la pantalla en la que vemos la película gracias al 3D). En otro, los integrantes de la banda se convierten en personajes de cómic en correlato, también, con las visuales del recital. Pero tal vez el momento más plenamente cinematográfico se da cuando vemos la progresión de una fecha en México desde su llegada al estadio hasta el final del show con el sonido ambiente reemplazado por música incidental y declaraciones de ellos, en una secuencia totalmente generosa en cuanto a ideas de montaje.
En cuanto a lo segundo -al temita de “la comedia”-, resulta que estos muchachos, además de ser talentosos, son grandes comediantes y tienen una tendencia al disfraz a todo trapo (prótesis incluidas) claramente heredada de cosas como Jackass. Esto ya podía verse en el video de Best song ever, donde los cinco integrantes se interpretan a ellos mismos y a otros cinco personajes (uno de ellos, Louis, se disfraza del personaje de Tom Cruise en Una guerra de película; bien “meta” todo), y aquí está explotado al máximo. Hay un gran momento en el que Harry se disfraza de “acomodador escocés” de un show de ellos, hace sentar a las fans en las sillas del estadio y les dice que la banda es una mierda. Y después están las escenas durante los créditos, con algunos de los momentos de comedia más altos del año.
Además, la película es por momentos realmente tierna y emocionante. Y no me refiero a los momentos en que los padres de los chicos hablan de cuán orgullosos están de ellos y esas cosas cursis que, igualmente, no podían faltar en la película, sino a otros más pequeños y aparentemente insignificantes, como aquel en el que dos de ellos están cantando a dúo durante un ensayo, se van acercando el uno al otro y empiezan a acariciarse, naturalizando el “bromanticismo” de una manera que hubiese sido impensada antes de una película como Supercool. Al igual que en aquella escena en la que Jonah Hill y Michael Cera se declaran su amor cerca del final de la película de Greg Mottola, este momento no está jugado por el lado de la comedia -en el sentido de que no está construida para reírse del “estamos siendo re putos”-, sino desde un lugar mucho más sincero y, sí, altamente conmovedor. Y la película, en el fondo, y sin la obligación de tener un correlato con la realidad, es eso: la historia de cinco amigos que, por haberla pegado, perdieron todo salvo a ellos mismos. O sea, una gran “bromantic comedy” adolescente. Ah, cinéfilos: ¡Aparece Scorsese!