Apenas pasados los primeros veinte o treinta minutos de este documental, uno puede escuchar, imaginar en realidad, los gritos, los suspiros y la emoción de las fanáticas de One Direction cuando vean esta película. Está hecha para ellas, pero lejos de suponer que las seguidoras del grupo británico verían cualquier cosa que tuviera a sus adorados cantantes en pantalla, lo cierto es que el film dirigido por Morgan Spurlock resulta de los más interesantes y entretenidos de su tipo. Tal vez el problema es que no deje de ser justamente eso: uno más de los documentales en 3D dedicados al grupo más popular del momento. Su mayor debilidad es ser demasiado fiel a esta fórmula que supone que hay que empezar por el origen de la banda, para seguir con su encuentro con la fama, mostrar sus familias, el regreso al hogar y dejar claro que sus fans "son los mejores del mundo". De hecho, en la primera mitad del film, cuando no se cargan las tintas en la pasión de las fans y se ve el acceso que el director tuvo a los protagonistas, parece que se evitarán las recetas. Sin embargo, al desarrollarse la trama, Spurlock desaprovecha la posibilidad de explorar el gran material que le aportan sus propios protagonistas. Es que los cinco -Niall Horan, Zyan Malik, Liam Payne, Louis Tomlinson y Harry Styles- son divertidos, bastante espontáneos en sus respuestas y tan fotogénicos que resulta inevitable que las adolescentes del mundo hayan caído rendidas a sus pies.
Claro que en el afán de armar un entretenimiento familiar y apto para todo el mundo, y aunque se nombra la rebeldía de los muchachos y su carácter algo caótico, lo cierto es que la única "rebeldía" que la cámara muestra es su aversión a practicar las coreografías que les preparan -prefieren jugar al fútbol-, y sus muchos tatuajes.
"Quiero hacer esto toda mi vida. Hasta que mi cara esté toda arrugada y la gente se pregunte cómo es que sigo vivo. Como Keith Richards", dice en algún momento Styles, el más carismático del grupo, el favorito de la prensa de su país y un comunicador nato de apenas 19 años. Esa declaración y unos cuantos momentos en los que la naturalidad le gana a la fórmula insinúan el material que Spurlock supo reunir y sacarles a sus protagonistas, pero que apenas pudo usar.
Simpáticos y hábiles para atraer al público tanto arriba del escenario como fuera de él, los One Direction tienen una película a la medida de su éxito.