Segundo largometraje de Nicolás Teté en el que se mete de lleno con un grupo familiar y las derivaciones a partir de la muerte del abuelo de ellos. Una madre y su hija llegan a un pueblo del interior y son en un primer momento rechazadas por todos. Pero a medida que los días pasan, los rencores y prejuicios van dejando lugar a la comunión y empatía.
Teté filma honestamente, su cámara se pone a disposición de los personajes, con los que juega y a la vez enamora para ofrecer una historia simple, con la familia como vector y la música como disparador de situaciones. A seguir de cerca la obra del realizador.