La ópera prima de Leonardo Bechini toma la novela de Rafael Bielsa sobre la historia de Tucho, dirigente montonero de rango alto que, chupado por los milicos es obligado a infiltrarse en México para entregarles a Firmenich. En el prólogo, la lograda y tensa secuencia inicial, Tucho (Luciano Cáceres con ojos oscuros) se pasea con el pequeño hijo de su pareja, embarazada de mellizos, en una falsa imagen de armonía y paz familiar: él va armado y atento a cualquier señal de peligro. Estas imágenes apunte sobre los integrantes de "la orga" que combinaban la lucha armada con la formación de una familia, convencidos sin duda de un futuro posible -de una victoria-, no requiere de mayor empuje para instalar todo su potencial dramático. El cine argentino último, con películas como Infancia Clandestina o el documental La Guardería ha puesto en foco algunas de esas historias, con resultado siempre conmovedor. Operación México, que no es una excepción, también encuentra puntos fuertes en la descripción de la forzosa convivencia entre militares y militantes secuestrados (¿traidores?) en una estancia santafesina, donde la pareja de protagonistas deberá decidir qué hacer: la vida o la muerte. Patria o muerte.
El guión tiende al exceso de explicaciones, en diálogos a veces declamatorios que cuentan lo que estamos viendo y le restan así fuerza a la historia. Una historia que se vale por sí sola y que quizá con una puesta menos recargada, una narración más seca, podría haber brillado más. El tono grave, solemne de lo que se dice, por otro lado, suena preciso en términos históricos. Como drama político, y con sus debilidades, Operación México es la película de un director capaz, y se ve con interés.