Un thriller político distinto y atrapante
Luciano Cáceres es “Tucho”, líder de Montoneros en este filme que cuenta manejos de militares y de revolucionarios.
Operación México, un pacto de amor está enmarcada en el thriller político. Es el formato en el que Leonardo Bechini, reconocido como guionista de televisión (Poliladron, Verdad consecuencia) decidió debutar en cine como realizador. Y tomó la novela de Rafael Bielsa, Tucho. La Operación México, o lo irrevocable de la pasión, con Edgar Tulio Valenzuela (alias Tucho) como personaje central, uno de los cabecillas de Montoneros que vivió una odisea luego de ser apresado por los militares en 1976.
De esa época convulsionada Bechini decide abrevar pero no abreviar en las traiciones dentro del grupo Montoneros. Tucho fue chupado y estuvo en el centro clandestino de detención Quinta de Funes, en Santa Fe, junto con su esposa, embarazada (Ximena Fassi).
El por entonces Comandante del Cuerpo de Ingenieros del Ejército, Leopoldo Galtieri (buena composición de Héctor Calori, con o sin vaso de whisky) le ofrece algo así como un viaducto. Viajar a México para entablar contacto con la cúpula montonera y así los militares poder eliminarla. Si no colaboraba, la suerte de su mujer, su hijo de dos años y los mellizos que esperaba su esposa... Ya se sabe.
Los que conocen la historia de Tucho pueden seguir la película sin preocupaciones: es fidedigna, hasta el desenlace -aunque las versiones sobre precisamente la suerte de Tucho son varias-. Y quienes lleguen a ver Operación México sin saber nada, podrán sorprenderse.
Primero, por la manera en la que Bechini aborda los tejes y manejes, tanto de los represores como de los Montoneros. Segundo, la pintura de la vida en el “aguantadero” como una suerte de quinta con pileta en la que los detenidos deambulan por el jardín se aleja de otros filmes sobre el tópico víctima victimario.
A todo ello se suman las actuaciones, casi excluyente la de Luciano Cáceres, medida la de Ximena Fassi como su esposa, sorpresiva la de Ludovico Di Santo, y Luis Ziembrowski compone a un “compañero” con repliegues, que hace pensar si es leal, traicionero o juega a dos bandas.