Inusual visión de una página negra del país
Diciembre 3 de 1975, afueras de Villa Urquiza, Entre Ríos. El general retirado Jorge Esteban Cáceres Monié y su esposa, Beatriz Sasiain, son asesinados por montoneros durante el cruce de un arroyo en una balsa a cadena. Con la recreación de este episodio comienza la película, Diciembre de 1977, Mar del Plata. Tulio Valenzuela, su esposa embarazada y el hijito de ella son secuestrados en la vía pública por militares vestidos de civil. Él tendrá que contar los detalles del doble crimen que comandó en Entre Ríos. Ahora, para salvar a su familia, los militares quieren que los lleve hasta los principales jefes de "la Orga" y se los entregue en bandeja. Ella y el chico quedan de rehenes.
¿Descabezar el Movimiento? Si no obedece, rodarán otras cabezas. ¿A quién salvar? ¿A quiénes traicionar? ¿A qué precio? ¿Cuánto tiempo más puede durar esa guerra? ¿Qué límites puede tener una promesa? Y algo más: ¿cuál es el agradecimiento que se recibe?
Elogio del amor de pareja y del idealismo del militante común por sobre la mezquina moral de sus líderes, esta película de Leonardo Bechini, veterano narrador, hecha con nervio, emoción y recursos cinematográficos de buen cuño (por ejemplo, las dos escenas de un mismo hecho), se basa en el libro de Rafael Bielsa "Tucho, la Operación México, o lo irrelevante de la pasión", y en los testimonios de Jaime Dri, sobreviviente de aquellas épocas, que tuvo la fortuna de ser trasladado a tiempo a otro destino, del que pudo escapar. Para varios espectadores será curioso saber que había algo así como cárceles VIP exclusivas para "montos quebrados", y más incómodo ver cómo funcionaba internamente la "justicia revolucionaria". Por el momento, sólo "Pasaje de vida" y "Operación México" han abierto esa página negra del fanatismo y la paranoia.
También a destacar, la cuidadosa ambientación de época, la edición, y el elenco: junto a Luciano Cáceres brillan Ximena Fassi, Héctor Calori (compone un Galtieri alcohólico pero no borracho, todavía sin la soberbia de sus discursos cuarteleros en el balcón), Guillermo Marcos (un suboficial tan campechano como poco confiable), Patricio Contreras, Paloma Contreras, Ludovico Di Santo, Luis Ziembrowski, en fin. Duele, pero vale la pena.