¿Qué le pasó a George Clooney? Cuesta creer que sea el mismo director de “Buenas noches, y buena suerte” (2005) y de una película tan mediocre como “Operación monumento”.
“Buenas noches, y buena suerte” era una producción valiente, veloz, crítica y política. Combinaba ficción y material de archivo, esbozando una astuta mirada sobre una época con ecos de tiempos actuales. En cambio, “Operación Monumento” es chata, por momentos aburrida, y parece hecha en piloto automático.
Protagonizada por un grupo de grandes actores (Cate Blanchet, el mismo George Clooney, Matt Damon y John Goodman), la última de Clooney narra la historia poco conocida de un grupo de académicos provenientes del mundo del arte (curadores, historiadores y arquitectos) que tenían la misión de rastrear y recuperar las obras de arte de las que los nazis iban apropiándose y destruyendo mientras emprendían su retirada ante el inminente final de la Segunda Guerra Mundial.
Se trata de una producción desequilibrada (y no en el sentido de alocada), y esto tiene que ver con el tono del relato. Ese péndulo en el que se bambolea entre la comedia y el drama le juega en contra. Hace que resulte fría y caprichosa, y si no comparémosla con “Bastardos sin gloria” (2009) que dosificaba a la perfección el tono de lo que se estaba contando. Porque al fin y al cabo no está mal que Clooney haya elegido esa mirada para narrar esta historia, el problema es cómo la llevó adelante. El ejemplo más claro es la subrayada musicalización que nos dice en qué momentos tenemos que reírnos y en cuáles preocuparnos ante alguna amenaza sufrida por los soldados.
“Operación monumento” tiene flaquezas de climas y tensiones, y una notoria ausencia de conflictos que sacuda la inquietud del espectador, a pesar de desarrollar una historia fascinante.
Además, la construcción de los personajes que conforman esta misión no posee el interés ni el carisma necesario como para que uno sienta cercanía con lo que van experimentando. Si Clooney creyó que reuniendo un elenco de grandes actores iba a funcionar por sí sólo, se equivocó feo. Esta obra no juega como las tres ”Gran estafa” (“Ocean´s eleven”, 2001, 2004 y 2007) en las que hay un espíritu lúdico y guiños que sí trascienden al espectador.
Otro punto débil es el tono discursivo con que el personaje de Clooney se encarga de remarcar de forma redundante, con un estilo similar al de un manual escolar, la importancia de la conservación y el rescate de obras de arte en la historia de la humanidad.
Sin dudas, en “Operación monumento" hay una sensación de película desperdiciada. Muchas decisiones equivocadas. Un camino demasiado lineal para contar una historia intrigante que posee connotaciones similares a “Bastardos sin gloria” y “Argo” (2012), en las que sí se comprobaba que el arte es capaz de demostrar cómo se convierte en una herramienta poderosísima y universal, donde lo épico tiene su espacio para modificar el transcurso de la historia.