The Monuments Men es simpática, correcta, pero también fallida. Me arriesgo a decir que no habrá gente -excepto los involucrados en su producción- que en un futuro cercano la tengan como una película favorita y es por la misma razón por la que no genera ni odio ni amor: es demasiado tibia. No es lo suficientemente candorosa como para adorarla, ni tampoco porta motivos para odiarla terriblemente. La indiferencia para con la película es el peor escenario posible, una mitad de camino evidente, y una verdadera pena porque con un elenco como el presente no había manera de que no funcionase.
¿Alguien recuerda ese capítulo de Los Simpsons en donde el abuelo y el señor Burns tienen una historia que data de la Segunda Guerra Mundial? Sí, el de los Peces del Infierno, ese mismo. Bueno, ésa es la época que se encarga de retratar lo nuevo de George Clooney, en su primer traspié como director. Dicho capítulo, uno de los más memorables de la historia de la serie animada, hace palidecer en comparación a la comedia basada en hechos reales que trae en pantalla el director de Good Night, and Good Luck, con pizcas aquí y allá de gracia, un poco de drama a medio cocinar para generar empatía y una trama bastante derivativa y carente de emoción como para realmente importar.
Basada en una historia verídica, la odisea de estos hombres cultos por proteger íconos de la cultura de las garras nazis de Hitler suena muy interesante, pero una vez hecho el traspaso del papel a la pantalla, las lagunas narrativas provocan pereza y poco interés. En cierta porción del film, los grupos aleatorios que se forman para contar diferentes aspectos de la historia no terminan de cuajar nunca y el talento de los protagonistas apenas alcanza para llegar desde el costado simpático. Comediantes natos como Bill Murray o John Goodman deberían provocar estallidos de carcajadas, pero se quedan sin vapor enseguida. La pareja al azar de Matt Damon y Cate Blanchett tiene poca chispa entre sí y los personajes más vistosos como el aviador Clermont de Jean Dujardin o el soldado alcohólico de Hugh Bonneville son los que tienen un peso dramático y un par de pinceladas más de personalidad, pero en comparación con el resto del elenco tienen poco espacio en pantalla para que uno realmente genere una relación de cariño entre ellos. A falta de mejor comparación, The Monuments Men sufre del efecto Game of Thrones: entre tantos personajes, sólo algunos se llevan la mayor parte del metraje y capítulo a capítulo uno va descubriendo quienes son sus favoritos. Desafortunadamente, Clooney y compañía sólo cuentan con dos horas para generar ese tipo de empatía y el resultado es, de nuevo, tibio.
El tono del film en general, entonces, se ve gravemente afectado por el factor episódico y por la poca importancia que se genera para con los miembros del escuadrón. Llegando casi a las dos horas de duración, el peso del limitado ritmo se deja sentir con fuerza y los escasos incidentes narrativos están demasiado separados el uno del otro como para generar una coherencia que dure de comienzo a fin. Una verdadera lástima porque The Monuments Men tenía varios matices interesantes y la reunión de un elenco semejante auguraba otro tipo de propuesta. ¡Mejor suerte para la próxima, George!