El arte perdido
La última película de George Clooney venía con numerosos factores a su favor (y no, no hablo de su póster descaradamente parecido al de Bastardos Sin Gloria): interesante historia, un reparto de increíble talento, una reconocida solidez narrativa de su director.
Comencemos con Clooney. Su Buenas Noches, y Buena Suerte (Good Night, and Good Luck) es una joya, y resultaba perfecta para aquel 2005 donde Bush era el presidente de Estados Unidos en pleno “están con nosotros o contra nosotros”. La elección de contar la historia del periodista, interpretado por David Strathairn, que se había enfrentado al senador McCarthy era potente. Una película tensa, y que se mostraba contenida y moderada en la épica que narraba. Su siguiente película, una screwball comedy llamada Leatherheads (2008) fue un ejercicio simpático, y no mucho más que eso. Pero ya en Secretos de Estado (The Ides o March, 2011) se comenzaba a revelar cierto agotamiento en su cine, mucha obviedad y la necesidad de dar discursos aleccionadores eran marca de esto. Por eso al llegar a Operación Monumento (The Monuments Men) duele ver a Clooney un escalón más abajo.
Ojala solo fuera la falta de nervio, de química y el derroche de humor fallido (¡y eso que está Bill Murray!) lo único imputable a este desperdicio de recursos.
Aquí Clooney no solo pierde en lo cinematográfico, también se regodea en la idea tan (norte) americana de que los salvadores son made in usa. Dejando para el resto un papel de incapaces (ingleses y franceses) o nuevos malos (los rusos). Pero como pondera Granger (Matt Damon) en uno de los momentos de lucidez de la película, los rusos perdieron 20 millones en la guerra, un poco más de respeto.
Repasemos como es la historia de Operación Monumento. Sobre el final de la Segunda Guerra Mundial, y con los nazis en retirada, un grupo de historiadores y curadores tratan de rescatar obras artísticas robadas por Hitler. Para eso está Frank Stokes (George Clooney), quién con autorización del gobierno de Estados Unidos, recluta una serie de veteranos y entendidos en artes para ir en busca de ellas. Ese equipo no es el más ducho para las batallas, pero aún así, se lanzan a Europa para empezar a rastrear las obras.
La pandilla de personajes comienza como una especie de La Gran Estafa (Ocean’s Eleven, 2001) para luego dividirse con intención de ampliar el registro de búsqueda, hecho que resta sensiblemente a la película. Una de las razones de esto es porque las duplas que se forman Goodman-Dujardin, Murray-Balaban, Clooney-Bonneville nunca terminan de funcionar, y otra, porque las situaciones que se elijen mostrar de cada una de ellas parecen viñetas, inconexas con la idea central de la película. Entonces nuestros protagonistas no logran crear empatía, y la aventura resulta puro mármol, tan desapasionada que hasta la muerte nos resulta indiferente.
Apenas es rescatable lo que sucede en París con el mejor personaje de la película: Claire Simone (Cate Blanchett). Trabajadora de un museo controlado por los alemanes, su desprecio por todos excepto por el arte resulta uno de los pocos gestos de amor de la película. El personaje del grupo que cae a su lado para formar otra dupla es James Granger (Damon), con quién surge un forzado y rígido coqueteo romántico. Extraña ver a tantos carismáticos y solventes actores deambular sin convicción, así como sorprende presenciar tantos pasos de comedia deslucidos y fuera de tiempo.
Entre la mixtura de la comedia y el drama, la aventura y lo bélico, por momentos se divisa lo que pudo haber sido la película y no fue, haciéndola aún más fallida, exponiendo la inconsistencia de Clooney en el manejo de un tono que nunca logra comprender más que en su mera superficialidad.