Protagonizada por Jennifer Lawrence y a cargo de Francis Lawrence (Los juegos del hambre), llega a las salas de cine Operación Red Sparrow, un thriller de espías lleno de sexo, violencia y, como no podía faltar, amor.
La historia gira en torno a Dominika Egorova, una bailarina que debe abandonar su carrera luego de que un compañero le quiebra el tobillo durante una presentación en el Teatro Bolshoi de Moscú. Sumida en la desesperación por no saber cómo podrá pagar los gastos que conlleva la enfermedad de su madre, acepta una propuesta de su tío Vanya Egorov (Matthias Schoenaerts): trabajar para el Estado ruso. Luego de una prueba, que finaliza con el asesinato de un hombre de alto perfil, la joven deberá asistir al Sparrow School, una institución que enseña a dominar las artes de la manipulación psicológica y sexual, para así participar de las operaciones encubiertas.
Una vez fuera del instituto, su tío le ofrece la primera misión: acercarse a Nate Nash (Joel Edgerton), un agente de la CIA que mantenía contacto con un topo dentro del gobierno ruso. El objetivo de la protagonista será que Nate le revele quién es el hombre en cuestión. Si bien todo parece marchar en un principio, las cosas dan un giro (in)esperado: ambos personajes se involucran sentimentalmente.
El papel de Nate Nash parece tener una única función: ser el príncipe azul que rescata a la dama en apuros de las aterradoras garras de los villanos, en este caso, los rusos. La relación que mantiene con la protagonista surge de la nada, ambos parecen estar dispuestos a dar la vida el uno por el otro. Esto a pesar de que los momentos que comparten en la pantalla son escasos y poco convincentes para dar lugar a un lazo amoroso. En pocas palabras: relación forzada.
Si bien la película cuenta con los típicos elementos que se ven en una película de espionaje (misterio, suspenso, engaños), se deja de lado la acción propiamente dicha -algo casi infalible en este tipo de género-. Las escenas tan típicas de persecución o de explosión brillan por su ausencia. Operación Red Sparrow es una película más psicológica que física. Toda la tensión se centra en el factor psicológico de los personajes.
A pesar de los intentos de alejarse de los lugares comunes y dar giros que buscan ser inesperados, Operación Red Sparrow cuenta con personajes que constantemente caen en el clisé: espía estadounidense de buen corazón, antiheroína enamorada de su contrincante -por decirlo de alguna manera-. Los personajes secundarios también cometen el mismo pecado, desde el villano más malo de la historia, hasta la compañera envidiosa que buscará destruir la carrera de la protagonista.
Como si todo eso fuera poco, la película cae en el mayor tópico de este estilo de películas hollywoodenses: estadounidenses buenos, rusos malos. Constantemente se esfuerzan por mostrar cómo los yanquis son personas generosas que sólo buscan el bien, mientras que los rusos son seres crueles y desalmados. Ni hablar del hecho de que los personajes rusos son interpretados, al fin y al cabo, por estadounidenses.