En realidad, es una pena que los estudios Aardman hayan dejado de lado la bellísima realización de films en plastilina –que ha sido lo que les ha dado fama gracias, en gran medida, a los personajes de Wallace y Gromit– para volcarse al digital, aunque se dice que volverán a los muñequitos en breve. De todos modos, lo que no han perdido es la capacidad para construir personajes creíbles y encantadores, y narrar con precisión. Este film forma parte del género “cuento de Navidad”, un auténtico riesgo: hay tantos films de este tipo que puede caerse en la repetición y el lugar común. Por suerte, se logra aquí una vuelta de tuerca, y la película es en realidad una crítica a la producción en serie, a las lógicas de la industria y a cómo esto diluye lo que es en el fondo trascendente y universal. En la noche de Navidad, un regalo no se entrega y Papá Noel y su gerente consideran tal cosa una pérdida “aceptable”. Pero un personaje piensa que es grave que cierta niña no tenga su regalo, lo que implica entonces una carrera contra el tiempo para entregarlo. Las peripecias no carecen de inventiva y el diseño general de la película es de un enorme atractivo, lo que permite al espectador ingresar en la historia con absoluta transparencia. En ese punto, este cine deja de ser infantil para tornarse universal. Es cierto: no carece tampoco de trivialidades y de una duración quizás excesiva para la anécdota que desarrolla. Pero, de todos modos, resulta un film digno de sus productores.