Una misión imposible
¿Un dilema epistemológico? ¿Cómo es posible que Santa Claus pueda entregar miles de regalos al mismo tiempo? ¿Cómo se las arregla para responder a la explosión demográfica exponencial? La voz en off de una niña expresa un par de objeciones lógicas, y su escepticismo precoz es comprensible en tiempos de Google: guardar un secreto y sostener un mito global en pleno siglo XXI no es sencillo.
Pero Santa es real, dirá el joven Arthur, hijo del mismísimo Santa, cuya ocupación en el Polo Norte es responder las cartas de todos los niños del mundo. No es un dato menor su actividad. La correspondencia a mano se contrapone con la neurosis obsesiva de su hermano mayor, Steve, que dirige los procedimientos de entrega de su padre como si se tratara de una misión castrense en Irak con tecnología de punta. En efecto, los agentes duendes que trabajan en el tema parecen de SWAT y la sala de operaciones recuerda a una oficina del Pentágono.
El nudo narrativo es doble. El problema evidente es enmendar un error imprevisible: en las entregas correspondientes a la Navidad en curso una niña quedó sin juguete, y quedan unas horas antes de que despierte para intentar solucionarlo. Ni Steve ni Santa parecen tener la voluntad para hacerlo. ¿Cinismo? ¿Monotonía?
Serán Arthur y su abuelo, un ex Santa, quienes en vez de viajar en la S1, una nave espacial gigantesca, desempolvarán el viejo trineo de madera y reclutarán a los renos de carne y hueso para cumplir con la misión navideña. Un poco de polvo mágico de la aurora boreal es suficiente para que se convierta en un trineo bala. El otro problema latente es la sustitución inminente de Santa. ¿Quién será el heredero?
La productora inglesa de animación Aardman, responsable, entre otras grandes películas, de Pollitos en fuga, es garantía de lucidez lúdica y un uso libre de la imaginación, pero Sarah Smith no es ni Peter Lord ni Nick Park (que producen el filme). Un pasaje en el que leones, elefantes y hienas desafían la gravedad con los renos y un gag magnífico sobre la confiabilidad de los GPS remiten a lo mejor de la casa, pero, en asociación con Sony Animation, la agenda parece ser otra, lo que explica el insólito preámbulo: un video musical de Justin Bieber.
En las antípodas de la filosofía del Grinch, la Navidad es aquí un valor eterno de la humanidad y Santa es "el mejor hombre del mundo". Aprender a creer en el mítico Nicolás de Bari es una preparación indirecta para dar un salto de fe mayor. Los niños esperan regalos, los adultos milagros.