Comedia romántica y narcótica
No hay respiro en Operación Ultra. Desde el momento en el que una pareja de jóvenes fumones de West Virginia que planea un ansiado viaje romántico a Hawai se entera de que la CIA está detrás de sus pasos, todo es vértigo. Y eso ocurre muy rápido, en el primer tercio de la película. El inconveniente inicial se produce en el aeropuerto: Mike y Phoebe (Jesse Eisenberg y Kristen Stewart, la misma feliz sociedad de Adventureland) pierden el vuelo a Honolulu porque él sufre un ataque de pánico y elige encerrarse en un baño en lugar de subir al avión con su novia. Y de ahí en más se de-sata una cadena de sucesos completamente disparatados que incluye tiros, explosiones, violentas peleas cuerpo a cuerpo y un humor zumbón al estilo Piña Express (otro célebre film de stoners, lanzado directo al video en la Argentina) que funciona intermitentemente. Nadie puede sospechar seriamente, observando al desgarbado Mike, que está frente a una máquina de matar entrenada por la CIA. Ni siquiera él mismo, sobre todo porque la poderosa central de inteligencia se ocupó de lavarle el cerebro para que no recuerde su participación en un programa secreto que, aunque parezca irreal, se dice que existió (y se llamó "MK Ultra"). No es la primera vez que el cine americano se toma en solfa a los agentes secretos, pero no siempre la parodia es tan ácida e hiperbólica como en este caso. Dedicado durante años a la publicidad y director de clips de Franz Ferdinand, Hot Chip y Lilly Allen, el británico Nima Nourizadeh consigue, con una buena cantidad de recursos visuales y un ajustado trabajo de montaje, que la narración sea ágil, que la trama -aun con una líneas argumental extravagante- se entienda (en buena parte de las películas de acción de Hollywood eso no está del todo asegurado, vale la pena aclarar), se despliegue, fluya.
Cuenta, además, con dos protagonistas con mucho carisma que logran que también funcione una línea romántica que a primera vista puede quedar opacada por tanta pirotecnia, pero finalmente termina emergiendo con fuerza. La película oscila constantemente entre la acción desenfrenada y la comedia romántica y narcótica. Mike es un Jason Bourne colgado y alejado de toda solemnidad. Salta de su oscuro puesto de cajero en un pequeño minimercado pegado a la ruta a las batallas más sangrientas contra enemigos peligrosísimos y armados hasta los dientes. Agotado el chiste de esa inesperada transformación, queda la historia de amor. Y es la química entre Eisenberg y Stewart la que logra mantenerla obstinadamente viva. Sobre el final, una notable secuencia de títulos rinde homenaje a la novela gráfica, obvia fuente de inspiración de esta película ideal para una trasnoche cargada de pochoclo.