Efectiva mezcla de delirio, violencia y mucho humor negro
Los viejos métodos de lavado de cerebro al estilo "El embajador del miedo" llegan a niveles inéditos de delirio y humor negro en esta nueva película del director de "Proyecto X", el inglés de ascendencia iraní Nima Nourizadeh que esta vez tiene un cómplice especialmente talentoso, el guionista Max Landis, hijo de John Landis, director de clásicos como "The Blues Brothers" y "Un hombre lobo americano en Londres".
Evidentemente Max fue a la escuela indicada para saber armar una historia con guiños al cine de los años 80 pero también muy arraigada en lo más audaz del siglo XXI, aportando ideas a un director que se debe haber divertido tanto filmando esta película como el espectador viéndola.
Jesse Eisenberg es un joven adicto a todo tipo de sustancias tóxicas que vive sufriendo terribles ataques de pánico que, entre otras cosas, le impiden salir de los limites del pueblo en el que habita junto a su inquebrantable novia Kristen Stewart, a la que siempre quiere llevar a Hawai, cosa que nunca logra. Pero el último intento de concretar ese viaje soñado despierta una alarma en un jefe de servicios secretos que inmediatamente mandan gente para exterminarlo. Es que el protagonista es una célula "dormida" de un programa altamente confidencial llamado Ultra. El pobre tipo no entiende lo que está pasando, salvo que no tiene inconvenientes en liquidar a los asesinos que mandan por él, incluso si sólo tuviera como arma una cucharita.
"American Ultra" tiene escenas ultraviolentas excepcionalmente filmadas, y tambien situaciones increíblemente divertidas en las que aparecen todo tipo de personajes estrafalarios, como un asesino sonriente que pronto pierde sus dientes, o un extrovertido proveedor de drogas intrepretado por John Leguizamo.
Lo mejor de del film es que sólo va revelando sus secretos de a poco, tanto al público como a su protagonista, que se pasa buena parte de las escenas pensando que tal vez sea algún tipo de robot homicida. La pareja estelar se luce especialmente, sobre todo Stewart que aquí hace un trabajo a años luz de las películas adolescentes a las que nos tiene acostumbrados.
Llena de secuencias impactantes tanto en lo argumental como en la estética psicodélica usada por el director, éste es ese tipo de film destinado a convertirse en objeto de culto, y que dan ganas de ver de nuevo ya no bien termina. La alucinante escena animada de los créditos del final es sólo un elemento en este sentido.