Para qué negarlo, el comienzo de “Operación Ultra” tiene algo que llama la atención. Deja enganchado al espectador y probablemente no sea por una sola cuestión. Mike (Jessie Eisenberg) está en una sala de interrogatorio de la C.I.A. Se lo ve golpeado, sangrando y maltrecho, pero nervioso y atento. Más allá de encuadres y planos detalle con una compaginación extremadamente vertiginosa, banda sonora estridente y fotografía filtrada con colores fríos, hay diez segundos en los cuales vemos literalmente retroceder la acción desde esa sala hasta un living. Esa decena de segundos tiene varias (por no decir casi todas) escenas que luego, por interpretación automática del código visual planteado, volveremos a ver pero con más detenimiento. Es decir, la película comienza con un flashback revelado al ojo del espectador en lugar de una elipsis a contratiempo como es habitual.
Así Mike nos cuenta que su vida actual, de adolescente semi drogón, empleado en un autoservicio 24horas, con pánico a volar y aparentemente sensible a cualquier sobresalto producido por un cambio en esta rutina narcótica, tiene su razón de ser gracias a la existencia de Phoebe (Kristen Stewart), su novia con la cual comparte todo. Sin embargo, esta vida casi resignada no es casualidad. Alguien en algún lugar está digitando éste destino,y aparentemente, que éste chico esté vivito y coleando no le conviene a la institución.
Si el hecho de tener un protagonista cuya verdadera identidad fue tapada para ser parte de un programa para convertirlo en súper agente letal con sólo escuchar una frase clave le resulta familiar, no se sorprenda. Lo es. Y resulta tan ridículo como siempre, aunque en el caso de “Operación Ultra” estamos frente a una autoconciencia que termina convenciendo. Es decir, si quitamos de en medio factores como verosimilitud o sentido común, estamos frente a una aventura con mucha acción y algunos toques de humor físico bien logrados, pero que no alcanzan a empatar los goles en contra de un guión que poco a poco va perdiendo interés en retratar una adolescencia adormecida, para centrarse en lo anecdótico de la puesta.
Habría que analizar la conveniencia de algunos argumentos para vender éste buzón, empezando por pregonar en el afiche que este producto es del director de “Proyecto X” (2012) Con semejante antecedente la tendencia debería ser la de alejarse de la boletería o, como en este caso,volver a usar chupete para pasar el rato y hacer de cuenta que no nos dimos cuenta.