El antihéroe que faltaba
Jesse Eisenberg es Mark Howell, un nerd de pueblo con ataques de pánico, siempre con un cigarrillo de marihuana a mano, que atiende un supermercado mientras dibuja las aventuras de un mono espacial, pensando en una tira de cómic que, obviamente, no se concretará. Lo extraño es que su novia Phoebe, que le aguanta todas sus manías, es ni más ni menos que Kristen Stewart. Allí pasa algo raro. Una noche en la caja del súper, aburrido, dibujando las aventuras del súper mono y tomando sopa enlatada, observa a dos individuos que le hacen cosas a su auto. Sale a increparlos, los individuos sacan dos pistolas y Mark los despacha cual Jason Bourne (a uno lo atraviesa con la cuchara de sopa). Desconociéndose él mismo, Mark sabrá después que fue programado como un agente letal, pero un cambio en la cúpula de la CIA decretó su exterminio. Con guión de Max Landis (hijo del famoso John), la película abreva en la mencionada saga Bourne, el bizarro agente israelí Zohan Dvir y otros parias peligrosos, pero no consigue sostenerse con humor, que es el as en la manga de Eisenberg. Las escenas de acción son muchas y truculentas, pero con eso solo no alcanza.