El policial ambientado en Ciudad del Cabo va a contrapelo de las producciones hollywoodenses y desnuda una amenaza y las penurias de sus personajes. Sorprende la dupla protagónica integrada por Forest Whitaker y Orlando Bloom.
Si algo tiene Operación Zulú es que se trata de un policial que va a contrapelo de las producciones hollywoodenses y mientras avanza en su línea narrativa de investigación también deja expuestas las penurias de sus personajes centrales. El film cuenta con el guión y la dirección de Julien Rappeneau -sobre un libro de Caryl Ferey- y se adentra en las sombras del apartheid y de una nueva amenaza que surge en la sociedad sudafricana contemporánea.
Con mano segura, el realizador entrega una historia que inquieta desde el principio, cuando vemos a un pequeño perseguido luego de la matanza de su padre. Ambientada en Ciudad del Cabo y centrada en la investigación del asesinato a golpes de una chica adolescente, tres detectives se lanzan para resolver el caso: Ali Sokhela, un siempre convincente Forest Whitaker -el chico del inicio que ahora de adulto arrastra un drama profundo;Dan Fletcher -Conrad Kemp- y Brian Epkeen -Orlando Bloom en un papel que lo sitúa en lo más alto de su carrera-. Los tres descubren la punta del iceberg pero detrás aparece el tráfico de una nueva droga, una verdadera arma química destinada a destruír a la población.
La trama produndiza en el enigma policial a través de situaciones violentas -como en la secuencia de la playa- y va dejando al descubierto los dramas de Alí, quien mantiene una relación de protección con su madre indefensa, y de Brian, quien intenta restablecer el vínculo con un hijo adolescente en medio de una vida llena de excesos luego de su separación.
Y también está el caos, los crímenes, los códigos de la amistad y la pericia de profesionales que intentan poner orden al desorden. El clima de inminente peligro que se cierne sobre un círculo en particular y que amenaza con extenderse, las conveniencias y triunfos de una mega empresa y un final con una persecución en medio de zonas áridas forman parte de un film recomendable, sin fisuras y que logra pegarnos a la butaca con su espiral ascendente de violencia y donde el concepto de perdón dice presente.