Cocktail potente
La fiereza de las imágenes es acor de con la trama, en la que la corrupción es sólo un aspecto más.
Si a la intriga policial, y al ritmo trepidante del thriller, se le adosan actuaciones potentes y una violencia descarnada, el cocktail termina siendo fuerte. Fortísimo.
Eso es Operación Zulú, coproducción francosudafricana que trascurre en una Sudáfrica aún convulsionada por el apartheid. Dos policías, uno de color (Forest Whitaker) y otro blanco (Orlando Bloom) deben investigar qué sucedió con una joven blanca, que apareció muerta en una playa. La muchacha tuvo sexo, dicen los forenses, pero no fue violada. Y su muerte no fue por armas blancas, de fuego o exceso de droga. La mataron a golpes de puño.
Lo que no imaginan Ali (Whitaker) y Brian (Bloom) es que detrás de esa muerte se esconde una cadena de ilícitos que salpican para todos lados.
Y el verbo salpicar, si van a ver Operación Zulú, advertirán que es de lo más apropiado.
Al realizador Jérôme Salle no le tiembla el pulso, aunque use cámara en mano, para mostrar atrocidades cada vez que los policías se enfrentan a dealers o criminales de saco y corbata. Pero lo que más conmueve -las escenas de violencia pueden asquear a algunos o afectar a los más sensibles- es la manera en que Ali y Brian realizan sus investigaciones.
Que las acciones transcurran en un país, y en una metrópoli como Ciudad del Cabo, donde los desniveles sociales son tan tangibles, es cierto, ayuda. Solitarios, cada uno de los policías tiene por qué vivir atormentado. Dejemos que el espectador lo vaya descubriendo solo, que es otro aditamento para ¿disfrutar? Operación Zulú.
Los policías mascullan más que hablan, tienen salidas ingeniosas, un apego al riesgo y una valentía inusitada. El conflicto racial no es el único que se pone ante los ojos. Los problemas familiares de cada uno de los protagonistas (y de algunos secundarios, que aportan y sostienen a la trama central) suman capas e interés, y la manera en que se fotografía el entorno, la crispación, y la música de Alexandre Desplat, todo suma para redondear un thriller polémico, no sólo por su carga de desguace con machete y justicia por mano propia.