Drogas y apartheid
Un grupo de policías deben investigar la violenta muerte a golpes de una chica blanca en Ciudad del Cabo, en un contexto con una enorme desigualdad social y con las heridas del apartheid aún abiertas.
Durante la autopsia hallan en el cuerpo de la joven una droga sintética desconocida. A partir de la investigación descubren que la droga era una prueba de laboratorio que se testeaba ilegalmente en niños negros, pero luego un cartel se apoderó de ella y comenzó a venderla en las calles.
Ali Sokhela (Forest Whitaker) y Brian Epkeen (Orlando Bloom), los detectives encargados del caso, se adentran cada vez más en un espiral en la que deberán enfrentarse con violentas bandas que desatarán una verdadera carnicería, y donde por encima de todo se encuentran personas muy poderosas, incluidos algunos políticos amnistiados luego del apartheid.
El filme tiene un tono intenso, oscuro y violento, tanto Forest Whitaker como Orlando Bloom realizan muy buenas interpretaciones como investigadores comprometidos que son capaces de llegar hasta las últimas consecuencias para resolver un caso, que terminó siendo mucho más complicado de lo que esperaban.
Ambos personajes tienen pasados conflictivos, que saldrán a la luz a medida que avanzan en la investigación y que están relacionados con algunos de los tópicos del caso. Si bien las historias de ambos son más que interesantes, cuando el filme las explora se vuelve un tanto difuso, se va de foco y se pierde un poco la trama.
Jérôme Salle construye un relato muy intenso, con una fotografía cálida y colores saturados, donde a través de un interesante policial, muestra la realidad de un país lleno de heridas, conflictos raciales, y una enorme violencia.