Tras los sesos de Jane Austen
Esta fusión entre el clásico de la literatura inglesa y los zombis es un curioso experimento que está bien hecho, aunque termine quedándose a mitad de camino.
Allá por principios de los ‘80, la música marcó el camino en el arte de mezclar dos creaciones originales distintas para obtener una tercera. El mash-up se popularizó en los ‘90 y hacia fines de los 2000 se puso de moda en el campo literario, casi siempre combinando clásicos con terror, fantasía o ciencia ficción, con títulos como Androide Karenina o Sensatez y sentimientos y Monstruos Marinos. Era cuestión de tiempo hasta que algunos fueran adaptados para el cine: Abraham Lincoln: Cazador de vampiros (2012) hizo punta y ahora, basada en la novela de 2009 de Seth Grahame-Smith, llega Orgullo, prejuicio y zombis.
La trama es, básicamente, la misma que la de la novela más famosa de Jane Austen: está centrada en la familia Bennet, con la madre buscando maridos convenientes para sus cinco hijas. Además de ellas, está la mayoría de los personajes originales: el atractivo heredero Bingley, el orgulloso Darcy, el misterioso Wickham. Y todo transcurre en la Inglaterra de fines del siglo XVIII, con un detalle: el país es víctima de una plaga de zombis, tal cual se explica en una deslumbrante secuencia inicial con el estilo de los libros pop-up.
Por eso aparecen las novedades: por ejemplo, además de un rico caballero, Darcy es un coronel experto en liquidar no vivos; y las cinco hermanas son tan adorables como letales en el manejo de espadas, armas de fuego y artes marciales chinas. Podría pensarse que estas premisas disparatadas podrían dar como resultado un pastiche putrefacto o, por el contrario, una genialidad absurda. Pues no ocurre ninguna de las dos opciones.
Después de un comienzo a todo trapo, con el humor británico como estandarte, la película se toma demasiado en serio a sí misma y termina aburriendo y quedándose a medio camino. Porque los zombis son relegados a un segundo plano, un poco atados con alambre a la historia romántica. Y la historia romántica, desde ya, no puede estar a la altura de las mejores adaptaciones de Austen. Entonces, esa mezcla que podía enamorar tantos a los fans de los cerebrófagos como a las de Jane Austen termina siendo un cóctel que no es ni chicha ni limonada.