Dejen en paz a Jane Austen
En alguna parte del proceso de producción de Orgullo, prejuicio y zombies alguien debe de haberse cuestionado el sentido de combinar una de las mejores novelas de la literatura inglesa del siglo XIX con el subgénero de cine de terror. Los realizadores se habrán conformado pensando que algo bueno o al menos entretenido podía salir de este experimento entre el chiste y el pastiche. Lamentablemente, se equivocaron. Y no es que el film no tenga momentos divertidos, pero casi todos ellos provienen directamente de las páginas de la maravillosa novela de Jane Austen, y si se sostienen narrativamente en medio de una campiña inglesa repleta de zombis es casi un milagro.
Dirigida por Burr Steers a partir del guión adaptado del libro escrito por Seth Grahame-Smith, casi una parodia que combina el adorado relato sobre Elizabeth Bennet y el señor Darcy con la presencia de una plaga zombi que transforma la comedia de modales en un campo de batalla donde las mujeres más educadas saben tocar el piano, pintar acuarelas y decapitar a un muerto vivo de una patada.
Claro que éste sigue siendo, de un extraño modo, el mundo de Austen, y en el comienzo todo funciona más o menos bien. El señor Darcy (Sam Riley) es tan arrogante como siempre y Elizabeth (Lily James) mantiene su espíritu intacto a pesar de que al tremendo riesgo de ser la solterona de la casa se le suma la posibilidad de que un zombi se desayune su cerebro. Y cuando están juntos la chispa del romance y el conflicto social que plantea Austen les ganan espacio a las largas y repetitivas explicaciones del guión que intentan ordenar el cambalache narrativo. Así, la famosa escena de la menos entusiasta declaración de amor de la ficción decimonónica se convierte en una batalla campal a pura química y acción. Una pena que ese espíritu no se traslade al resto de la película, que en su segunda mitad empieza a enredarse hasta hacerse un nudo con su propio relato. Lo que de algún modo la salva es su talentoso elenco, encabezado por James y Riley, en el que se destacan Matt Smith como el siempre ridículo parroco Collins y Lena Headey y Charles Dance, padre e hija en Game of Thrones, que aquí le dan vida-respectivamente- a la aguerrida Lady Catherine de Bourgh y al tolerante señor Bennet.