Si bien no es otro intento de muertos vivos hollywoodenses, explotados por la mano de productores carnívoros, Orgullo, prejuicio y zombies -2016- es lo que su título indica, una película de época con la problemática mundial de que los zombies están dominando el mundo occidental. No es un film sólido, pero la panzada bizarra es completa.
El tono de la película no se termina de justificar en ningún momento, intenta alcanzar niveles de seriedad que quedan completamente aplastados al ver las cualidades de los zombies, totalmente capaces de seguirle la charla a cualquiera de los espectadores con mate de por medio. Las escenas de pelea, mano a mano entre las hermanas Bennett y los no muertos se tornan confusas, los ángulos en que la cámara se posa no benefician el detalle de los combates, el gore PG 13 se queda muy corto y lo único rescatable es el elenco demostrando artes marciales, no hay duda que aprendieron.
La moda de “pon un actor de Game Of Thrones en tu película” no se queda atrás, con Cersei Lannister –Lena Headey-, Tywin Lannister -Charles Dance-, esta vez no de padre e hija pero sí en tono medieval guerrero, pero no pueden más que jugar con el tinte de la película y dejarse llevar.
En definitiva, el largometraje rasca sus pocos aspectos positivos desde su premisa inicial “Orgullo, prejuicio y zombies”, lo bizarro sobrepasa el mero título y logra escenas simpáticas en dicho tono, pero a su vez se entremezcla con alguna mano productora fría y vacía de contenido, lo cual hace de esta pieza un mejunje de 108 minutos que nunca se recuperarán.