Ganadora del premio a mejor dirección en el último Bafici, la ópera prima de Toia Bonino se suma a la reciente Pibe chorro, de Andrea Testa, en la búsqueda de darle dimensión humana a casos policiales que forman parte de manera efímera de la cobertura periodística. Cuando promedia el film, Bonino (licenciada en artes visuales y psicóloga) incluye imágenes de los canales de noticias en las que se habla de "dos delincuentes muertos y tres policías heridos tras un tiroteo".
Uno de los fallecidos en Orione es Ale y la directora bucea en su historia (en el momento del fallecimiento su novia estaba embarazada), en las relaciones familiares (es conmovedor el testimonio de su madre) y en el duro contexto social. Lo que hace de Orione una película valiosa es que no busca la salida fácil de pararse sobre ninguno de los extremos de esa "grieta" generada entre el garantismo y la mano dura, porque que no pretende reivindicar al protagonista, pero al mismo tiempo evita la estigmatización.
De hecho, en el complejo rompecabezas que construye hay desde home-movies (precarios videos grabados en situaciones familiares, celebraciones y bailes en los que participó Ale) hasta imágenes de los operativos tomadas por la propia policía de esa zona del partido de Almirante Brown. Cruda, visceral, honesta y sin bajadas de línea, Orione da visibilidad, ilumina zonas oscuras e incómodas que la sociedad -en medio de los ásperos debates sobre la problemática de la inseguridad- prefiere no ver. El cine documental en toda su dimensión.