Muchas veces se demora demasiado. La paciencia y el sufrimiento lo llevan más allá del límite tolerable, pero cuando se toma la decisión no hay vuelta atrás, ni arrepentimiento. Sólo liberación y tranquilidad.
Eso es lo que intenta transmitir el director de ésta película, Felipe Guerrero, quien toma como ejemplo las historias de tres mujeres que viven en la selva colombiana, dominada por guerrilleros, que padecen constantemente maltratos, vejaciones, ya sea de desconocidos o de sus parejas. Y cada una de ellas, como pueden, a su manera, se escapan de ellos y de la región geográfica que las agobia hacia una ciudad como Bogotá.
La historia es relatado sin palabras, sólo vemos situaciones y acciones, pero no hay diálogos, no los necesita. Con las imágenes alcanza y sobra para ver cómo y dónde viven estas mujeres, porque ni el lugar ayuda para que sea un poco más llevadero el día a día. Ellas se alojan en caseríos, rodeada de montañas y selva, con lluvia y una humedad permanente que las obligan a moverse lentamente, a lo que se suma al tedio, la pereza, el sopor y las condiciones insalubres, que convierten su realidad en un cóctel explosivo, cuyo detonante son los hombres armados que viven allí.
El realizador cuenta en forma paralela las vivencias de estas protagonistas de manera muy parsimoniosa. No hay muchos movimientos de cámara, prefiere la cámara fija y un plano sostenido por varios segundos donde, en muchas ocasiones, los personajes se quedan viendo la nada misma. Aunque no pasen cosas importantes, sumado a que no hay diálogos y las condiciones climáticas favorecen también al letargo de las personas, genera que el largometraje se transforme en un aburrimiento mayúsculo, difícil de tolerar para el público común. Lo escaso del ritmo y de las palabras conspira contra esta producción para que resulte entretenida, porque toca un tema interesante para difundirlo al público masivo, pero queda a mitad de camino por el criterio narrativo y estético que decidió el realizador para ésta obra.