Sin diálogos ni sonido ambiental que no provenga de la selva –se imponen los llantos, cumbias, disparos y gemidos–, esta revelación del Festival de Rotterdam versa sobre la huida de tres mujeres hacia Bogotá para reescribir su futuro.
El director de los cortos Medellín y Nelsa y de documentales como Paraíso y Corta prescinde de la puesta en escena del pasado de sus protagonistas y tampoco expone las causas de su urgente necesidad de evasión. La clara presentación de los acontecimientos parece algo secundario para el director colombiano. Sin embargo, Guerrero nos invita a intuir un relato a través de una mirada perdida, una lágrima o un primer plano de una impactante fotografía.
Oscuro animal no celebra el escape de sus protagonistas, sino que denuncia las razones que provocaron dicha huida: ese ‘oscuro animal’ –ambiguo pero cierto– al que podríamos llamar ‘terror’ o ‘paranoia’. El miedo grabado en los rostros de las mujeres proviene de la certeza de ser violadas, torturadas o asesinadas en cualquier momento.
Por otro lado, pese a tratarse de un film con un contenido altamente feminista, Guerrero retrata a sus protagonista –grandes (y silenciosas) soñadoras– como aquello que realmente son: el sexo débil. Ante una realidad cultural y una coyuntura totalmente adversas, las protagonistas no hallan otra alternativa que cambiar de lugar para asegurar su supervivencia.