A la absoluta falta de seriedad, que es una inobjetable virtud de la película de Elizabeth Banks, se añade un cariño democrático por todos sus personajes. Muchos de los intérpretes han sido miembros del elenco estable de los cientos de ignotos que pasan por tantas películas a lo largo de décadas: Margo Martindale (la guardabosque), Isiah Whitlock Jr. (el policía) o Keri Russell (la madre) no llegan a imponerse como protagonistas, pero tienen un espacio menos fugaz que en tantas otras películas a las que les prestaron su presencia. Hay algo feliz en verlos, porque las películas con “desconocidos” tienen un cierto encanto: nadie hace su número personal de lucimiento y el espíritu de equipo resulta tangible. Ese es un placer indirecto de El oso intoxicado que se agradece.