En plena época de la dictadura militar en Uruguay, dos viejos amigos llevan a cabo un plan delirante: secuestrar a los enanos de jardín del comandante local del Ejército y presentarlo como una operación guerrillera destinada a exigir que se revoque la prohibición de cerrar a las diez de la noche los boliches del pueblo que ellos frecuentan.
Con esa premisa cómica, Guillermo Casanova abre el fuego de esta película que tiene algunos puntos en común con su primer largometraje, El viaje hacia el mar (2003). En principio, su origen literario (un libro de Juan José Morosoli en aquella ópera prima, otro de Mario Delgado Aparaín en este caso). Luego, una banda de sonido con buenas canciones de artistas populares de Uruguay (Jaime Roos, Eduardo Darnauchans y la Sonora Borinquen, al margen de la música incidental del gran Hugo Fattoruso, asociado aquí con Daniel Yafalián).
Los personajes de la historia sintetizan el clima que Uruguay vivía bajo el régimen de facto: militares autoritarios, funcionarios obsecuentes, intelectuales rebeldes y civiles agobiados por la violencia del Estado. Para rememorar ese pasado oscuro, Casanova se apoya en un tono de comedia alegórico y disparatado, sintetizado en unas curiosas clases de historia gratuitas para los lugareños que imparte uno de los extravagantes protagonistas. Ese enfoque irónico puede resultar simpático en alguna oportunidad, pero morigera la voluntad crítica de la película.