Milo (Roberto Suárez) y Esnal (César Troncoso) son dos amigos que, en plena dictadura uruguaya, deciden tomarle el pelo al coronel del pueblo ficticio donde transcurre la acción secuestrando su colección de enanos del jardín. Pero la humorada no sale del todo bien, y el primero debe perderse sin dejar rastro para proteger a su familia. Dolido por esa partida, su socio se obliga a un largo encierro del que solo saldrá con un plan para revalidar a su amigo caído.
Así se plantean las cosas en Otra historia del mundo. Coproducción entre Uruguay y la Argentina que representó al país vecino en la contienda por el premio Oscar a Mejor Película Extranjera, el film de Guillermo Casanova explora cuestiones como la amistad, los vínculos filiales, el poder de la fantasía y su relación con lo real a través de un relato que, en sus mejores momentos, apela a una comicidad solapada, casi imperceptible.
El problema con el film es que su puesta en escena es chata y televisiva, y su narración recién se clarifica sobre la segunda mitad del metraje. Con prácticamente todas las escenas rodadas en interiores con huellas visibles de artificio, Otra historia del mundo funciona mejor como virtual episodio extendido de una miniserie de época que como película.