Mara Santucho y Eva Bianco protagonizan la nueva película del realizador de “Salsipuedes” que se estrena en la Sala Lugones. El filme se centra en las complicadas vidas de un grupo de mujeres en Córdoba –madres, hijas,abuelas, hermanas– que atraviesan delicadas situaciones.
La nueva película del realizador cordobés de SALSIPUEDES, que llega al BAFICI tras presentarse en el Festival de Rotterdam, mantiene algunas constantes respecto a su anterior filme: su preferencia por los personajes femeninos y un tono observacional, pausado, más interesado en los detalles y los pequeños momentos que en grandes narraciones. La diferencia de aquel filme con éste, acaso, está en que la violencia masculina es más sutil y está fuera de cuadro. Acá el eje son una serie de madres. Madres e hijas. Y abuelas, que también son madres. Y madres que siguen siendo hijas.
No es un juego de palabras. Es el universo en el que transcurre OTRA MADRE, título que puede aplicarse a alguna situación concreta o personaje del filme pero también a una especie de caracter transitivo impreciso e inacabable. Mabel (Mara Santucho) se acaba de separar y se va a vivir con su pequeña hija (la simpática y vivaz Julieta Niztzschmann) a la casa de su madre, en la que también viven su hermana, o eso es lo que parece. Mabel trabaja dando clases en una pileta de natación y también en un negocio de ropa (su jefa/amiga es Eva Bianco, que también es madre), y su hija queda al cuidado de las otras mujeres de la familia y también de amigas, cuando no tiene ella que correr a buscarla. Pero cada una tiene sus asuntos, romances y problemas (laborales, personales) que sumarle al rol casi mutante de madre que pareciera corresponderle culturalmente por pertenencia a un género determinado. Y eso vuelve la cotidianeidad más complicada de lo que debería.
El breve filme se va en las conversaciones y momentos que ellas viven –distintos personajes se cruzan, muchos están solos–, haciendo un arte de la narración lateral, casi una puesta en abismo, por la manera en que las protagonistas se van cediendo paso entre sí en determinados momentos. Esas vidas de mujeres en un pueblo del interior cordobés puede parecer bucólica, solidaria y amable pero todas guardan algún dolor, se callan alguna molestia o injusticia, lloran cuando nadie las ve y siguen poniéndole el cuerpo a sus tareas.
Por momentos la cantidad de personajes hace complejo establecer claramente las relaciones familiares, laborales o de amistad (no estoy seguro si yo las entendi bien, para ser honesto) que las unen. Pero, finalmente, eso no es importante. De hecho, la confusión parece buscada (Luque no solo no define claramente las relaciones sino que muchas veces oculta entre sombras los rostros de los personajes o no muestra a una de las interlocutoras en ciertos diálogos) termina jugándole a favor al filme y poniendo el eje en distintas mujeres –de niñas pequeñas a ancianas– que hacen lo posible por manejar varias vidas en el tiempo en el que muchos de nosotros vivimos solo una.