La nueva película del director de «La celebración» y «La cacería» tiene como protagonista a Mads Mikkelsen como un profesor que empieza a experimentar con beber alcohol en el trabajo y va descubriendo que le funciona muy bien. Ganadora del Oscar a mejor film internacional.
La obra del aparentemente real psicólogo noruego Finn Skårderud debería ser estudiada en toda su complejidad ya que tal vez sea igual o más ambiciosa filosóficamente que la del más conocido danés Søren Kierkegaard. En OTRA RONDA (DRUK/ANOTHER ROUND), el cineasta Thomas Vinterberg prefiere arrancar evitando a su compatriota autor de «El concepto de la angustia» –ya llegará a él en algún momento– y refugiarse en los conceptos más terrenales del estudioso del país vecino cuya idea central para superar esa angustia es, simplemente, beber hasta que el alcohol en la sangre haga lo suyo.
El asunto es más complicado que eso, pero de todos modos puede simplificarse la trama de ANOTHER ROUND como la historia de cuatro amigos que buscan una excusa de «investigación» para poder beber sin reparos y así calmar sus distintas angustias y dificultades personales. Todo empieza con Martin (Mads Mikkelsen), un profesor de escuela secundaria deprimido, que da sus clases con una brutal apatía y que tiene una relación en plan piloto automático con su mujer y sus hijos. Una noche se va a cenar con otros tres profesores de la misma escuela a un restaurante caro y elegante. El prefiere no beber y sus amigos, que pasan del champagne al vodka y de ahí al vino, intentan convencerlo de tomarse un trago. No hay forma. Ni ganas de eso tiene Martin.
Es ahí que Nikolaj, uno de sus amigos, le cuenta del pensador noruego, que analizó que los seres humanos tienen menos porcentaje de alcohol en sangre de lo que deberían tener para vivir una vida más plena. Y no solo terminan convenciendo a Martin de beber copiosamente esa noche sino que se unen para convertir ese ejercicio en un experimento social y personal. Es así que, mientras llevan un diario con lo que va sucediendo y miden sus consumos con un alcoholímetro, van viendo qué pasa en las clases y en sus vidas si, como decía decía Churchill, solo «no beben antes del desayuno».
El plan empieza funcionando muy bien –el sistema consiste además, siguiendo las lecciones de Ernest Hemingway, en beber durante el día y parar a las ocho de la noche– y pronto Martin, Nikolaj y los otros dos profesores han empezado a estar más activos y ocurrentes, los alumnos les prestan más atención y comienzan a ser más amables y cariñosos con sus familiares. En el caso de Martin, hasta la relación con su mujer se empieza a activar en varios sentidos.
Vinterberg se divierte mostrando clips de políticos importantes (Yeltsin, Merkel, Brezhnev, Clinton, Yeltsin otra vez) claramente borrachos en actos públicos y se deleita en los momentos de excelente conexión que Martin tiene con sus alumnos y familia. Pero el plan es metódico e implica fases de consumo cada vez más importantes. Y ahí la cosa se complica bastante más. Ya dependerá de cada uno de ellos –y de su capacidad para aguantar el alcohol, de decir no, de parar– lo que les sucederá cuando los niveles, que la película va contando en una pantalla negra como si fuera un velocímetro, pasan a zonas potencialmente catastróficas.
OTRA RONDA hace un planteo audaz que, en una película norteamericana más convencional, seguramente tendría un arco narrativo mucho más clásico. Acá Vinterberg opta por ser menos lineal, poniendo también las limitaciones, los problemas y los cuidados en cada una de las personas que juegan el juego. Es claro que bebiendo en las cantidades que llegan a beber estos muchachos es imposible funcionar («le temo al alcoholismo», dice uno que viene bebiendo Smirnoff desde que llegó a la escuela), pero la película también es honesta con las cosas para las que sí el alcohol –en controlables cantidades– puede llegar a ayudar, soltar o liberar a cierta gente, con cierta personalidad y en ciertas situaciones.
Seguramente a algunos este tipo de propuesta le parecerá un tanto irresponsable, pero Vinterberg es bastante sensato y no intenta dar ni un discurso pro ni uno contra el alcohol. Los cuatro personajes llevan el exceso de diferentes maneras –el alcohol no hace más que evidenciar dificultades que ya existían o potenciar habilidades escondidas– y la película pone todas esas posibilidades en consideración del espectador. Cuando se acerca el final, y en ANOTHER ROUND se empieza a hablar menos de Skårderud y más de Kierkegaard, uno sabe que llegó la hora de reflexionar sobre lo sucedido. Y después, quizás, bajar al bar de la esquina y tomarse algunas cervezas más.