La donación de órganos es el tema central de este drama de Tomás Sánchez.
Leo (Mariano Torre) y María (Elena Roger) están a punto de ser padres, pero este importante acontecimiento se ve opacado por el agravamiento de la salud del padre de él (Carlos Moreno) quien necesita urgentemente ser trasplantado del corazón.
Es cuando Leo comienza la búsqueda desesperada del órgano que le salvará la vida a su padre, al mismo tiempo que intenta hacerse cargo de la empresa familiar: una financiera. Tal es el deseo de que su padre sobreviva que, sin quererlo, descuida a su mujer y al hijo que está por nacer, sumido en una histeria y una sobreprotección exagerada que saca de quicio.
Distinto proceder tiene su hermano Claudio (Fabián Gianola), médico obstetra, quien decide ayudar a su papá desde lo emocional y sentimental, animándolo a pasar sus últimos días de la mejor manera.
Paralelamente, la idea de refinanciar unas plantaciones pertenecientes a personas cercanas a la familia, divide aún más las aguas entre los hermanos. Leo, frío y calculador para los negocios, sólo piensa en las posibles pérdidas que esto ocasionaría, mientras que Claudio prioriza los vínculos.
Difícil tema y, sin duda muy conmovedor, es el que eligió Sánchez para su película. Sin embargo logra desdramatizarlo un poco con pequeñas cuotas de humor, sobre todo, con la ironía pacífica de Gianola, que logra un gran papel.
Lito Cruz, Betiana Blum, Beatriz Spelzini sencillamente hacen lo que mejor saben hacer, y aportan naturalidad al film. Roger, por su parte, interpreta correctamente a la mujer embarazada, triste y deprimida que llora todo el tiempo. Pero demasiado es el uso de su don (el canto) a lo largo de la película.
A pesar del gran elenco y del tema en cuestión, “Otro corazón” no pudo lograr un buen desenlace, poco convincente, acudiendo, tal vez, a finales ya conocidos (al estilo Nueve Reinas). Pero, sin duda, el fuerte de este drama es su mensaje.
Donar órganos es un acto de vida en medio de la muerte. No perder las esperanzas es muy importante pero también lo es valorar cada momento sin dejar que la obsesión ni la vorágine del día a día nos haga perder eso que se llama vida.