En Otro entre otros se van hilvanando las historias de vida de los protagonistas, cuatro hombres judíos y homosexuales, en ese orden, según sus propias palabras.
La película que comienza con tintes de documental autobiográfico supera lo singular de la experiencia personal para dirigirse hacia un terreno más político.
La cuestión que funciona como hilo conductor es la pregunta acerca de qué hacer cuando este otro de occidente que es la comunidad judía, discriminada desde tiempos inmemoriales, se transforma en un aparato discriminador que entiende la homosexualidad como una patología.
La respuesta dada por los protagonistas de Otro entre otros parece negar el infructuoso principio de tercero excluido, el que aplicado a esta espinosa elección nos daría la siguiente fórmula: ser judío u homosexual pero nunca judío y homosexual.
Los protagonistas se niegan a elegir entre ambos condicionamientos -el judaísmo, la homosexualidad-. Incluso la película parece ir más lejos y sugerir que el ámbito social de las tradiciones heredadas y de la elección subjetiva no sólo son compatibles sino que también se hallan entremezclados hasta el punto de la retroalimentación; y esto es así porque coexisten en una única persona; así, el hecho de ser judíos practicantes hace a los protagonistas más orgullosos de su homosexualidad, e inversamente, el hecho de enamorarse de una persona del mismo sexo los hace mejores judíos.