Ouija (2014), había dejado bastante que desear. Era una historia floja, sin ningún plus desde los modos narrativos, tan olvidable como las muchas películas llamadas Ouija que rondan por internet si googlean. Pero a esta remake se le asoció el nombre de Mike Flanagan, el capo detrás de Hush, Oculus y Before I Wake; tres películas bastante interesantes que nos hicieron poner el foco sobre el director y seguirlo de cerca. Y, por suerte, el resultado está muy bien.
Nos encontramos en Los Angeles, a mediados de la década de los '60s. Una familia disfuncional, compuesta por la viuda Alice (Elizabeth Reaser) y sus dos hijas, Lina (Annalise Basso) y Doris (Lulu Wilson), se gana la vida con una suerte de sesiones de espiritismo llenas de mentiras piadosas: fingen (mediante artilugios mecánicos) que conectan con seres fallecidos, con la finalidad de poder darles paz a los familiares vivos que las visitan. Y pagar las cuentas, claro.
El tema es que las finanzas no van del todo bien y se niegan a irse de la casa recientemente embargada, porque la propiedad es lo único que les queda del difunto padre de familia. A esta preocupación, entendida por las dos mujeres mayores, se le suma la inclusión de un tablero de Ouija entre la utilería de sus sesiones, elemento mediante el cual la menor de las hermanas empieza a contactar de manera genuina con seres del más allá. En uno de los primeros contactos, un ser que aparentemente es su padre le brinda información sobre un escondrijo secreto de la casa donde hay una suma de dinero que les permite levantar el embargo. Esta conexión es usada por la madre para dar mayor verosimilitud a las sesiones, manteniendo a Doris a diario en la casa trabajando con ella. Esto llama la atención del Padre Tom (Henry Thomas... sí, ¡el nene de E.T.!), quien luego de intercambiar algunas palabras sobre la situación con la mayor, decide apersonarse en la vivienda para ver con sus propios ojos qué es lo que sucede.
Y claro, los espíritus no son tan buenos como parecen (¿alguna vez lo son?), y con los adultos un poco más en tema, empieza a pudrirse todo.
Hay una serie de aciertos en la película que no sólo la hacen ser superior por lejos a la primera parte, sino que también la colocan entre las mejores cintas de terror del año. Por ejemplo, todos los personajes son absolutamente funcionales a la trama: Mikey (Parker Mack), el noviecito de Lina, tiene una breve aparición que sirve para reforzar tanto el carácter de la madre, las inquietudes de las adolescente y el poder de Doris poseída. Y así se desarrolla un esquema actancial firme que incluye a los cuatro personajes principales.
El cierre de la historia también se da a través de un descubrimiento al que se llega atando cabos sueltos a través de indicios y pistas sutilmente ubicadas. El truco con los indicios es que deben ser lo suficientemente sutiles como para que el espectador no se anticipe y que tengan la visibilidad necesaria para ser recordados cuando entran en acción. Flanagan lo sabe y lo lleva a la práctica construyendo una trama que avanza a paso firme y parejo.
Hay además, en línea con otros filmes de calidad recientes (El Conjuro 2, No Respires), una fluidez sobresaliente en el uso de la cámara, la cual utiliza el recurso de los planos secuencia con una prolijidad de admirar. A esto se le suman ciertas texturas desde la fotografía, a través de reflejos de agua o sombras tenues de árboles o persianas, que ayudan a componer el clima con riqueza visual. Por suerte no es un mamarracho donde sólo se mueve rápido la cámara y la gente grita.
Siguiendo el tono de sus últimas realizaciones, el director mantiene su interés sobre qué es la mente y cómo opera, sigue indagando sobre la ilusión y la realidad. En primer lugar desde el inicio, en la pantomima que hacen las mujeres para vivir: sus víctimas/clientes son engañados con manifestaciones físicas de seres queridos y esto los lleva a hallar determinada paz mental. Y el mismo truco opera con Lina llegando al final de la película (no vamos a entrar en detalles por si se olvidaron que ya la vimos en Ouija).
VEREDICTO: 9.0 - Buen cine, ¿estás ahí? SÍ
Debemos reconocer que nos equivocamos al considerar que una secuela de Ouija era una pésima idea. Hay que seguirle pisada a Mike Flanagan: con Ouija: El Origen del Mal logra construir una historia sumamente coherente, con una clima tenso y pesado de a ratos, generado desde la conjunción de una técnica impecable y muy buenas actuaciones. ¡A verla!