¿Segundas partes nunca fueron buenas? En 2014 cuando se estrenó Ouija, el éxito de taquilla de aquella fue tan grande e ¿inesperado? Que pensar en una secuela parecía la opción obvia.
Sin embargo, el film dirigido por Stiles Whitedistaba de ser un producto satisfactorio, crítica y público coincidían en haberse encontrado con una historia, como mínimo, olvidable, intrascendente o rutinaria, limitándose a repetir la fórmula de adolescentes estilo MTV siendo perseguidos por un fantasma al que casi no se ve, y cayendo como fichas de dominó sin generar un mayor interés.
Dos años pasaron, la nueva película llegó y quizás al dicho de las secuelas se contrapone aquella máxima de los grupos de rehabilitación, cuando se llegó al fondo solo se puede subir.
Los productores tomaron la decisión correcta, remplazar un director sin experiencia en el área, más ligado al rubro de los efectos especiales; por el de uno de los realizadores que más firme viene pisando dentro del género.
Mike Flanagan tenía la difícil tarea de superar la desconfianza de la primera entrega, y para nuestro placer lo logra, con creces. El guion, co-escrito con Jeff Howard(quien ya trabajó anteriormente con Flanagan en Oculus y Somnia), revierte toda la fórmula que vimos anteriormente, reduce los efectos para centrarse en los personajes, y presenta una historia que si bien funciona (casi) de modo independiente, termina por unirse con su predecesora perfectamente.
Con algo de las sagas creadas por James Wan, El Conjuro y La Noche del Demonio, pero mucho más de las marcas propias y originales del director de Hush; nos ubicamos en Los Ángeles en pleno años sesenta. La protagonista será una madre viuda, Alice Zander (Elizabeth Reaser); con dos hijas, Paulina y Doris(Annalise Basso y Lulu Wilson, respectivamente), la primera adolescente y la segunda más pequeña.
Alicese gana la vida con simples estafas – aunque ella lo niegue – como “falsa” médium contactando espíritus. La mentada tabla ouija llegará a la casa para reforzar aquella puesta en escena, pero de inmediato las tres ven que Doristiene cierta sensibilidad para realmente contactar con espíritus.
Como en Somnia, Alice inocentemente utilizará a Doris para cerrar la herida con su difunto marido y mejorar sus sesiones; sin darse cuenta del peligro que eso significa cuando Doris comience a presentar cambios muy llamativos.
Como lo vino demostrando en sus films anteriores, Flanagan se inclina porel impacto de la imagen y las líneas de diálogo antes que por el golpe de efecto directo; abundan los sobresaltos, pero todos son productos de la gran atmósfera y clima creado. El destino de las mujeres Zander y el Padre Tom (Henry “E.T,” Thomas) realmente nos importa, no son unilaterales ni esquemáticos, se construyen con capas narrativas diversas.
La ambientación de época también es otro punto a favor, no luce descuidada ni sobrecargada, por el contrario, suma en el clasicismo tanto de la fotografía como de la puesta de cámara, con muchas referencias para deleite del cinéfilo.
Mike Flanagan suma otra ficha a una filmografía hasta ahora impecable y renovadora dentro del género; pocos realizadores pueden dejar una marca tan clara en cada película en la que intervienen, con sus dosis de dramatismo y bienvenida comicidad sin descuidar la veta de terror e intriga. Haberse hecho cargo de algo ya establecido, reversionarlo a su modo, y mejorarlo absolutamente, no hace más que demostrar su talento. Habrá que estar atentos a sus próximos pasos cuando se encuentre con otro desafío, esta vez encarar el remake de un clásico moderno como Sé lo que hicieron el verano pasado. Desde acá, no veo la hora de ver cómo puede mejorar una de mis películas de género favoritas.