En el año 2014, Blumhouse Productions –responsable de franquicias de terror de bajo presupuesto como “Actividad Paranormal”, “La Noche del Demonio”, “Sinister” y “The Purge”- unió fuerzas con Hasbro para explotar otro de sus juguetes y meterlo de prepo en la trama de una nueva historia sobre casas y artefactos embrujados.
“Ouija” (2014) fue un fiasco en todos los sentidos y, en vez de continuar para adelante con una secuela, los realizadores decidieron (sabiamente) hacer un borrón y cuenta nueva e ir para atrás, a los comienzos, como su título lo indica.
La realidad es que “Ouija: El Origen del Mal” (Ouija: Origin of Evil, 2016) es una historia totalmente diferente que no guarda relación con su antecesora, más allá de tener en común a la famosa tablita “contactadora” de espíritus.
Ahora, estamos en Los Ángeles en 1965 donde Alice Zander (Elizabeth Reaser), una joven viuda y sus dos hijas –Lina y Doris-, se dedican a contactar al más allá como forma de vida, engañando a los clientes afligidos y más susceptibles a este tipo de trucos baratos. Lo cierto es que la madre de Alice tenía un don verdadero, pero la falta de trabajo y las cuentas acumuladas obligan a su hija a seguir por este camino para mantener a su familia tras la muerte de su esposo.
Todo empieza a complicarse cuando la señora decide sumar la Ouija como parte de su “acto”. El don que le fue esquivo parece haber hecho mella en su hija pequeña que, atraída por el objeto, logra contactar a varios nuevos amigos del “otro lado”, incluyendo a alguien que ella cree es su padre.
Mamá Alice aprovecha y utiliza las habilidades de Doris para atraer nuevos clientes, también, con la esperanza de poder volver a conectarse con su marido. Enceguecida por esta última posibilidad no se da cuenta de ciertos cambios que está sufriendo la nena, que si son advertidos por su hermana mayor y por el Padre Tom (Henry Thomas), director de la escuela a la que asisten.
No hay mucho que se pueda agregar al respecto. El director Mike Flanagan logra crear buenos climas gracias a la ambientación de la época y la actuación de sus intérpretes, sobre todo la pequeña Lulu Wilson, pero al final la trama se embarulla con demasiados giros, algunos lugares comunes y la falta de tiempo para contar con detalle cómo se resuelve el conflicto.
El desenlace queda tan apurado y descolocado que, lamentablemente, opaca los puntos más positivos de la historia, convirtiendo a “Ouija: El Origen del Mal” en una película de terror del montón, de esas que nos hacen pensar: ¿Para qué la hicieron?
No caben dudas de que “Ouija” se agarra del suceso de “El Conjuro” (The Conjuring) y su secuela, tratando de imitar la atmósfera y el estilo más clásico de las películas de James Wang. Claro que hay un abismo de calidad estética y narrativa entre ambas propuestas, pero la historia de Flanagan igual se deja ver, sobre todo por un público asustadizo y sin grandes pretensiones.
En un año que nos dio grandes propuestas del género como “La Bruja” y “No Respires”, la nueva entrega de “Ouija” no suma ni resta, pero se deja ver (y provoca unos cuantos sustos) mucho más que su antecesora, una película que nadie recuerda.