Esta segunda Ouija trata de una señora que finge ser médium y recibe, en el cuerpo de una de sus pequeñas hijas, una ración de su propio brebaje. No hay demasiada cretividad que digamos pero tiene alguna virtud. La primera, que los sustos funcionan casi todos bien; la segunda, que incluso si su principal objetivo es que uno salte en la butaca, hay secuencias que crean las condiciones -suspenso, le llaman- para que tal cosa suceda de manera efectiva. En el balance, la máquina funciona.