En esta segunda entrega de la 'Ouija', que supera con creces a la original, los espíritus toman una casa que esconde entre sus paredes el verdadero germen mal.
La historia, ambientada en los años 60’, sigue a una madre de familia, Alice Zander, que acaba de enviudar y a sus dos hijas: la pequeña Doris y la adolescente Lina. A Alice se le hará muy difícil sobrellevar la situación económica del hogar, por lo que se dedicará a realizar sesiones espiritistas falsas. Las tres integrantes de la familia llevarán a cabo una muy creíble puesta en escena para simular una sesión en la que los fallecidos podrán bajar a hablar con sus seres queridos.
Un día Lina sugerirá a su madre incorporar el novedoso juego de la Ouija para contar con otro recurso más de su elaborado engaño. El tablero llegará a la casa y las mujeres, jugando, le darán entidad a un grupo de demonios que se encontraban ocultos en lugares prohibidos de su hogar.
A partir de este suceso la pequeña Doris comenzará a tener comportamientos extraños y erráticos, dado que un ser demoníaco la poseerá. La niña será el medio para canalizar toda esa oscuridad silenciada durante años.
En Ouija, Mike Flanagan (Oculus, Somnia, antes de despertar), trabaja a la perfección los climas y personajes. El suspenso se construye acompañando el perfil muy bien delineado de las protagonistas. La primera parte del film aborda el costado emocional de esta familia de mujeres, describe su difícil situación y los demonios internos que deben afrontar cada una de ellas.
Y en la segunda parte todo estalla en una locura sobrenatural en la que se encuentran involucrados un cura, el padre fallecido y espíritus polacos (víctimas del nazismo) que solo se quieren vengar robando las voces que les arrebataron. Como vemos el tablero de la Ouija es solo una excusa para desplegar una larga lista de recursos y temas.
El primer tramo, el cotidiano y sentimental, es impecable y aunque en el segundo el director abarrota de recursos clichés la historia, en su organicidad la película funciona. Es una narración digna que no solo se preocupa en rescatar el espíritu sesentoso del género, sino también en dotar de un contenido elaborado a la historia.